sábado, 30 de abril de 2016

Fracasar a lo grande también es difícil


El fracaso ocasional es una experiencia conocida, más o menos frecuente, entre quienes hacemos cosas.
No ocurre lo mismo cuando el fracaso es monumental. Fracasar estrepitosamente es difícil, porque supone dejar de hacer demasiadas cosas y ser consistente con dicha dejadez.
Como ocurre con el éxito clamoroso, habrá quien consiga llegar al extremo del fracaso. El camino será largo y estará plagado de abandonos como éstos.

• Fuera las prioridades: ¿Qué es lo que a mí más me importa? Me da lo mismo. Según se presente el día, eso hago.

• Fuera los planes: ¿Qué objetivos quieres que tenga, si soy un pobre desgraciado? Eso, los que nacen con suerte.

• Fuera la responsabilidad: La culpa de que yo esté así la tiene...

• Fuera la organización: ¡Anda ya! Me voy yo a complicar los cuatro días que vivimos…

• Fuera el enfoque: A mí sólo me gusta (cada uno que anote sus distracciones). Si no fuera por eso, la vida sería un asco.

• Fuera el segundo intento: Paso del tema. Esto es muy...

• Fuera el aprendizaje: Eso no sirve pa’ ná.

• Fuera la gente: Si a mi hermano le va mal, que se aguante. Lo tiene bien merecido. Nadie le mandó meterse en el lío que se metió.

• Fuera el presupuesto: Lo que pille, me lo gasto. El dinero está para eso.

• Fuera el cuidado del cuerpo: Qué pamplina. Me voy a quitar de comer lo que quiero, ¿Por qué? Si es de las pocas satisfacciones que tengo…

(Desde luego que son pocas. Con tanta renuncia, a ver cuántas satisfacciones puede uno tener…)

No sé a cuántas personas conoces que se comporten con esa completa y total dejadez. Yo la verdad es que gracias a Dios, conozco a pocas.

Las personas más “dejadas” que conozco, si bien lo son en algunas áreas, hay otras en las que muestran interés. Y, a su manera, hacen algo para alcanzar sus pequeñas o grandes metas.

Creo que la mayoría no nos situamos en los extremos del fracaso o del éxito. Hacemos cosas para seguir vivos y estar bien o un poquito mejor. Por eso es tan difícil fracasar estrepitosamente.

Habría que dejarse llevar sin rumbo, dejando de hacerse cargo de uno mismo. Y eso suena a estar más muerto que vivo. ¿No te lo parece?

Ciao.

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