miércoles, 24 de agosto de 2016

Indra y los cochinitos



El siguiente texto ha sido tomado del capítulo VI del libro "Ser Consciente de lo inconsciente"

La mitología hindú es muy rica en símbolos y metáforas. Una historia cuenta que Indra, el dios del trueno, bajó a la Tierra encarnado en la forma de un cochino.
Él debía cumplir una misión con ese cuerpo para luego regresar a su forma original y volver al cielo. Pero después de llevar por cierto tiempo la vida de un cochino, olvidó que era un dios y tenía una misión que cumplir.
Indra se unió con una cerdita y se pasaban el día comiendo sobras y revolcándose en el lodo. Era una vida muy placentera para él.
Después tuvieron una camada de cochinitos a los cuales amaba el dios con todas sus fuerzas. Pero el padre de los dioses necesitaba que Indra regresara al cielo a cumplir su función.
Entonces bajó a la Tierra y habló con el cochino, pero este no quería escucharlo. Él amaba su vida de cochino, amaba a su cochina y a todos sus cochinitos. Así que le dijo al padre de los dioses que lo dejara en paz porque él había decidido quedarse para siempre en la Tierra.
Brahma, al ver esto, tomó una decisión drástica, hizo que uno a uno sus cerditos fueran muriendo hasta que finalmente murió la cerda también.
Indra lloró de dolor largo tiempo pero finalmente, al ser despojado del objeto de su apego, escuchó a Brahma y recobrando su forma divina regresó al cielo a cumplir sus funciones como dios del trueno.
Esta historia nos muestra el inmenso poder que tiene la identificación. Cuando nos identificamos con la mente nos hacemos presa de sus recuerdos, creencias y programaciones. Cuando nos identificamos con el ego perdemos de vista nuestra verdadera identidad en Dios y quedamos atrapados en los múltiples juegos que tiene el ego para sobrevivir.
En cambio, cuando nos convertimos en el Observador de la mente y el ego, nos liberamos de la creencia de que somos el ser mortal y entramos en el campo de lo infinito, el campo de la Consciencia.
Otra cosa que podemos hacer es observar nuestro cuerpo, hacernos conscientes de sus movimientos y sus procesos. Sentir sus movimientos desde adentro como si fuéramos el observador de una película.
Esto hace que nos desidentifiquemos con el cuerpo y nos reconozcamos como el vacío en el cual danzan los átomos que componen la materia del mismo. Observemos el cuerpo durante sus diferentes actividades, incluso cuando excretamos los desechos del mismo, esta es también una actividad sagrada.
Cuando vivimos identificados con los pensamientos quedamos presa del ego como le sucedió a Indra en su cuerpo del cerdito.
La auto observación nos lleva a recordar que somos mucho más que eso, nos libera de la prisión de los pensamientos.

Ciao.

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