sábado, 27 de mayo de 2017

Desde el monte, Jesús mira



Desde el monte, Jesús mira. En ocasiones tiene gestos; otras, palabras que dan aliento y empuje. Pero sobre todo escucha, observa, intuye.
No a los que lo tienen todo claro, sino que mira a la gente corriente, a la muchedumbre, a los que somos del montón –con nuestras heridas, nuestras luchas, nuestros caminos a veces ya andados y otros tantos por caminar–.
Y, después de bucear hasta lo profundo de cada uno, pronuncia su palabra que toca, sana y es capaz de airear las heridas más sangrantes.
Jesús no dice abatidos, hundidos ni desilusionados. Jesús no dice acostumbrados. Ni siquiera resignados. ¡Dice felices! Los misericordiosos, los que lloran, los que pasan hambre y sed, los pacíficos y perseguidos, los mansos y los pobres, los limpios de corazón [cf. 278].
¡Qué lógica tan distinta! Y, sin embargo, ¿No nos arde el corazón? Con un Dios así, ¿Qué podemos temer?

Espiritualidad Ignaciana

Ciao.

No hay comentarios: