viernes, 28 de septiembre de 2007

El diamante del viajero



Un caminante había llegado a las afueras de una aldea y acampó bajo un árbol para pasar la noche.

De pronto llegó hasta él un habitante de la aldea y le dijo:

- ¡La piedra! ¡La piedra! ¡Dame la piedra preciosa!

-¿Qué piedra? -Preguntó el caminante-. El viajero no sabía de qué le estaba hablando aquel hombre.

- La otra noche se me presentó álguien en el sueño -dijo el aldeano- y me aseró que si venía al anochecer , a las afueras de la aldea, encontraría a un caminante que me daría una piedra preciosa que me haría rico para siempre. El caminante buscó en su bolsa y sacó una piedra.

- Probablemente se refería a ésta -dijo mientras se la entregaba al aldeano-. La encontré en un sendero del bosque hace unos días. Puedes quedarte con ella.

El hombre se quedó mirando la piedra con asombro. ¡Era un diamante! ¡Tal vez el mayor diamente del mundo!

El aldeano tomó el diamente y se marchó corriendo. Pasó la noche dando vueltas en la cama, incapaz de dormir y temeroso de que se la robaran.

Al día siguiente, al amanecer, fue a despertar al caminante y le dijo:

- ¡Dame la riqueza!

- ¿A qué riqueza te refieres, ayer te entregué la piedra?

- La riqueza que te permite desprenderte con tanta facilidad de este diamante?


Bonita historia ¿verdad?

Ciao.

2 comentarios:

Armando Vallejo Waigand dijo...

Pues sí, bonita historia. He tratado de imaginarme lo que pasa en ella después de que el caminante no pudiera entregarle al aldeano lo que le pedía por segunda vez, y su desesperación tras convertirse en esclavo de la piedra...

¡Tengo que deshacerme ya de algunas de mis 'piedras'!

lojeda dijo...

Tienes razón, Armando, más de uno tenemos que deshacernos de las "piedras que nos sobran".
Un saludo y gracias nuevamente por entrar en este humilde boog.