domingo, 2 de septiembre de 2007

La luz para el camino


Había una vez , hace cientos de años, en una ciudad de Oriente, un hombre que una noche caminaba por las oscuras calle llevando una lámpara de aceite encendida.
La ciudad era muy oscura en las noches sin luna como aquella.

En determinado momento se encuentra con un amigo. El amigo lo mira y de pronto lo reconoce.
Se da cuenta que Guno, el ciego del pueblo. Entonces le dice:

- ¿Qué haces Guno, tú ciego, con una lámpara en la mano? Si tú no ves...

Entonces el ciego le responde:

- Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. LLevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mi...

- No sólo es importante la luz que me sirve a mí, sino la que yo uso para que otros puedan también servirse de ella.

Cada uno de nosotros puede alumbrar el camino para uno, y para que sea visto por otros, aunque uno aparentemente no lo necesite.
Alumbrar el camino de los otros no es tarea fácil...Muchas veces en vez de alumbrar oscurecemos mucho más el camino de los demás...¿Cómo? A través del desaliento, la crítica, el egoísmo, el desamor, el odio, el resentimiento...

¡Qué hermoso sería si todos ilumináramos los caminos de los demás!

Ciao.

3 comentarios:

Cristian dijo...

Gracias por tu comentario, y te retribuyo con una visita, muy agradable las lecturas que pones para reflexionar, pensar y orar. Dios te bendiga con tu trabajo iniciado.

luispdzp dijo...

Te felicito y sigue así iluminando el camino a todos aquellos que se encuentra en la oscuridad. Debemos ser la lampara que lleva la luz del Señor. Dios te cuide.

Anónimo dijo...

bellisima historia!