domingo, 1 de junio de 2008

Juzguemos menos y sirvamos más




A veces tengo la sensación de vivir en un mundo de opiniones, donde se habla mucho pero se vive poco. Y me da miedo caer en lo mismo. Tener siempre una palabra, una interpretación, una propuesta, una disculpa, pero no tener nunca tiempo para hacer las cosas.
Tiempo para poder analizar fríamente las situaciones, describir y clasificar a las personas, interpretar los acontecimientos, pero no sumergirme en ellos y dejar que me involucren y me toquen el corazón de verdad.
Sí, en mi mundo sobran recetas y faltan cocineros. Sobran ideólogos y faltan personas para la acción.
Sobran análisis y faltan manos. Sobran juicios y faltan abrazos.
Por eso quiero gritar para romper esas dinámicas, quiero callar un poco –a pesar de que ahora estoy utilizando las palabras- quiero cantar, servir y amar con sencillez. Y que sea lo que Dios quiera.

A veces se me va la vida interpretando, etiquetando, opinando… Tengo que tener una palabra para todo, una palabra definitiva, diferente, especial.
Me descubro calificando a las personas, con adjetivos más o menos adecuados (y no siempre benévolos): Puedo ser a la vez fiscal y juez, y a menudo sin necesitar pruebas.
Describo las situaciones, diserto sobre nuestra sociedad y catalogo a las personas –todos estamos incardinados en alguna categoría-, y como todos queremos tener nuestros propios criterios, pues es difícil salir de esta dinámica.
Rápidamente calificamos a las personas por secciones: tibios, brillantes, frívolos, geniales, intensos, vagos, serenos, raros… y así hasta el infinito.

Pero no todo pueden ser opiniones, etiquetas y juicios (o prejuicios): Porque hay que arrimar el hombro para levantar al afligido. Porque hay que abrazar al solitario que no tiene con quién pasar unas horas. Porque hay que amar al desvalido, porque hay que cantar una canción que caliente el corazón frío...
Es tiempo de abrir las ventanas de las estancias oscuras. Hay que temblar al acariciar un rostro sediento de ternura, y llorar con quien grita desgarrado, compartir su pena y volverla en esperanza. Partir el pan con el hambriento, hasta quedar todos saciados. Verás como la vida cambia, y los pies caminan más ligeros. Entonces todo será distinto. Y mejor.

Ciao.

1 comentario:

alter-ego dijo...

Aprendamos de Jesús el modo de ser hijos.Aprendamos esa admirable síntesis de libertad y obediencia,nosotros que somos esclavitud o rebeldía;esa síntesis de dignidad y modestia,nosotros que somos orgullo o ruindad;esa síntesis de ternura y respeto,nosotros que no sabemos ni respetar lo que a mamos ni amar lo que respetamos."Similes ei erimus quia videbimus Eum sicuti est" No podemos dejar de asemejarnos a El el día en que lo veamos tal como es :Hijo.
Recibe mi cordial saludo.GRacias por tu oración para Estrella Dios te escuche.