lunes, 3 de noviembre de 2008
El pincelito
"Había una vez un pincel que era la admiración de todos los demás lápices,y pinceles , puesto que con él, habían sido pintados los cuadros más hermosos que habían salido de ese taller.
Cuando el pintor tenía que realizar una obra de calidad o un trabajo muy importante, siempre acudía a él, puesto que sus suaves cerdas eran las que más finos y delicados trazos imprimían sobre el lienzo, y le daban un toque especial a cada detalle de la obra. Esto llenaba de orgullo a nuestro amiguito, que solía pasearse orondo por el taller, mirando por encima del hombro a los demás elementos de dibujo, puesto que sabía que él era el mejor.
Todas las fibras y acuarelas del taller suspiraban por el galán.
Cierto día, un viejo plumín de tinta china, envidioso porque nuestro amiguito era el centro de la atención femenina del taller, sembró en él una inquietante cizañita.
Le dijo:
- "¿Tú te crees muy bueno? Pues lamento informarte que tú solo no vales nada. Jamás decides tú qué es lo que pintarás, o qué colores utilizarás, sino que eres un miserable esclavo del pintor que es quien te usa como a él se le da la gana".
Esto inquietó al pincelito. ¿Sería verdad lo que el plumín había dicho? ¡No! El pintor era bueno... Pero... si era así, ¿Qué derecho tenía el pintor de hacer con él lo que quisiera?
¡El pincelito era el que se ensuciaba y el que se desgastaba al raspar contra el lienzo. ¿Por qué había de llevarse los laureles el pintor?
La sombra de esta incomodidad quedó flotando en el ánimo del pincelito... Al día siguiente, cuando el pintor lo tomó en sus manos, decidió que sería él quien dictaría los trazos. Así cuando el pintor quería realizar una línea, el pincelito hacía fuerza para pintarla en otra dirección. Cuando el pintor quería cargar el pincel en un color, él apuntaba hacia otro tarrito de pintura.
El pintor no entendía qué estaba sucediendo, puesto que en el lienzo tan solo aparecieron manchones deformes y sin sentido. Después de varios intentos fallidos, simplemente dejó al pincelito de lado y tomó otro para recomenzar su obra.
Esto puso aún más furioso a nuestro amiguito. ¿Quién se creía ese pintor que era para cambiarlo a él, al mejor, por un pincel cualquiera?
¡Ahora mismo se pondría él solo a pintar sin necesidad de que ese estúpido pintor lo manosease con sus manos sucias de pintura! Y así lo hizo.
Se ubicó frente a un lienzo y con varios botes de pintura junto a él y comenzó a pintar. Todos observaban absortos al pincelito, incluso el pintor, que había dejado su trabajo, y al ver la satisfacción del plumín, comenzó a sospechar qué estaba ocurriendo. De más está decir, que tan solo una masa informe de colores superpuestos apareció sobre el lienzo.
Y todos se rieron de él...
Nuestro amiguito, avergonzado, deprimido y frustrado se retiró a llorar lágrimas de pintura en su vaso. Había hecho el ridículo. Todos se habían reído de él. Todos... menos el pintor, que lo tomó dulcemente en sus manos y le dijo:
- "Querido amiguito, yo sé que tú eres el mejor, pero eres el mejor en mis manos. No eres un esclavo en mis manos, sino que juntos, los dos, pintamos. Así como yo te necesito a ti, tú me necesitas a mí. Sólo dejándote conducir por mis manos podemos crear juntos la belleza. El que sea yo quien dirige tus movimientos no te quita mérito, no, sino que por el contrario te enaltece, porque yo te elijo a ti entre todos los otros pinceles. ¿Nunca lo habías pensado así? Yo te amo, y te elijo a ti, entre muchos otros, cada vez que te utilizo. Y ahora sécate esas lágrimas, y vamos a seguir pintando".
Y el pincelito comprendió que en su naturaleza de pincel estaba el dejarse conducir por las manos del pintor, que sólo así podía ser lo que él era: un pincel."
¿Qué os parece? Nosotros, somos también pequeños pinceles en las manos de Dios, con las que El pinta su obra en el mundo. No somos nosotros los que evangelizamos. Es El quien amorosamente nos elige para llevar a cabo su plan. Claro que muchas veces corremos el riesgo de creer que somos nosotros los que obramos, y podemos caer en la equivocación de creernos mejores que los demás, o más sabios, o más importantes. O, lo que es peor, podemos caer en la tentación de pretender hacer las cosas a nuestro modo. Pero ¿quién mejor que el Gran Pintor de los Cielos, que es quien en su infinita misericordia pensó de antemano el cuadro que quiere pintar, para ser quien guíe nuestra labor? Si nosotros apenas podemos ver el minúsculo pedacito del cuadro que nos toca pintar, ¿Cómo podemos pretender decidir cómo pintarlo si no conocemos el resto?
Dios nos invita a ser humildes y dejarnos en sus manos para que sea Él quien conduzca nuestros pasos a lo largo del día, y a confiar en que Él sabe perfectamente a dónde quiere llevarnos.
Ciao.
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5 comentarios:
Gracias por tu apoyo. Eso es lo triste que nadie mire por nuestros hijos en estos casos y se sientan desprotegidos en colegios y ante la justicia. No me extraña que haya gente que se desespere y tome la justicia por su mano.
Saludos
Si nos dejamos ser pinceles en las manos del Creador, la obra será fantástica. ¡Que bueno es ser instrumento, herramienta del Amor y de la bondad!.
Besos.
Me he sentido muy identificada...por eso de la profesión...
¡¡Cuantas veces soy yo ese pincelillo rebelde...y cuantas veces me he dado de narices !!
A mi, siempre me viene a la mente aquel Evangelio de Mateo (6,28-29): Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos.
Muchas veces me afano por hacer todo a mi manera...y no hay forma, sin embargo, cuando más confío y dejo actuar a Dios...veo que las cosas mejor salen...
¡¡¡Si es que es un gran artista...ya lo digo yo!!!
Que maravilla de articulo Lourdes, que importante es la humildad, tuve que echarme en sus manos para mi rehabilitación. Cuanto más limpia tengo mi mente, mejor me salen las cosas.
Un abrazo
Gracias Paqui, Arcendo, Cris, Ángel y Luisa por vuestros comentarios, me alegro que os haya gustado este post.
Debemos ser pincelitos, y dejarnos llevar por la mano de Dios.
un beso a los cinco.
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