Cerca de Tokio vivía un gran samurai, ya anciano, que se dedicaba a enseñar budismo zen a los jóvenes. A pesar de su edad, corría la leyenda de que todavía era capaz de derrotar a cualquier adversario.
Cierta tarde, un guerrero -conocido por su total falta de escrúpulos- apareció por allí.
Era famoso por utilizar la técnica de la provocación: esperaba a que su adversario hiciera el primer movimiento y, dotado de una inteligencia privilegiada para reparar en los errores cometidos, contraatacaba con velocidad fulminante.
El joven e impaciente guerrero jamás había perdido una lucha. Conocía la reputación del samurai y fue hasta allí para derrotarlo y aumentar su fama.
Todos los estudiantes se manifestaron en contra de la idea, pero el viejo aceptó el desafío.
Juntos, todos se dirigieron a la plaza de la ciudad y el joven comenzó a insultar al anciano maestro. Arrojó algunas piedras en su dirección, le escupió en la cara, le gritó todos los insultos conocidos -ofendiendo incluso a sus ancestros-.
Durante horas hizo todo por provocarlo, pero el viejo permaneció impasible. Al final de la tarde, sintiéndose ya exhausto y humillado, el impetuoso guerrero se retiró.
Desilusionados por el hecho de que el maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos le preguntaron:
- ¿Cómo pudiste, maestro, soportar tanta indignidad? ¿Por qué no usaste tu espada, aún sabiendo que podías perder la lucha, en vez de mostrarte cobarde delante de todos nosotros?
- Si alguien llega hasta ustedes con un regalo y ustedes no lo aceptan, ¿a quién pertenece el obsequio? -preguntó el samurai.
- A quien intentó entregarlo -respondió uno de los alumnos.
- "Lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos -dijo el maestro-. Cuando no se aceptan, continúan perteneciendo a quien los llevaba consigo".Ciao.
4 comentarios:
Lourdes, felicidades por tu cumple "dos años y cuatro días", nos ha pillado fuera y no lo he podido hacer en su momento.
También felicidades por la linea de calidad que aumenta cada día en el contenido de tu blog.
Un fuerte abrazo y nos vemos pronto
Tu cuñado Antonio
¡¡Oye, qué bueno!!
Es exactamente lo contrario que lo que ocurre habitualmente...pero realmente, es muy sabio actuar así y nunca había pensado en lo que dice el viejo samurai.
Siempre he oído a mis catequistas decir que "cuando juzgas a alguien, en realidad, te estás juzgando a tí mismo, ya que en todo aquello de los que les acusas, caerás tú...o has caído ya, aunque no lo veas."
Un besazo
Lourdes, muy bueno y como siempre enseñanzas sabias y con mucho fondo.
Desde aquí me despido hasta el próximo día 26, nos vamos a Menorca, 7 días por el inserso
Un abrazo
A más de un político que me conozco esto le sería de utilidad. Lojeda, felicidades por tu blog, aunque no suelo dejar comentarios si que lo leo con asiduidad.
Un saludo desde Mataró
Adam
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