Los primeros frutos de la pascua de Resurrección, se encuentran en la experiencia de la comunión. Para aquellos vivos con la fe de la Resurrección, la comunión en esa fe y claro la solidaridad con todos los hermanos y hermanas constituye una respuesta natural.
Paz. Frente a una cultura de un constante fuego cruzado, la Pascua, nos invita a la paz. La paz que da el Señor Resucitado es fruto precisamente de la comunión con Dios.
Alegríafrente a la tristeza. La Pascua nos descubre el gran secreto del amor de Dios: La Vida eterna. Ello convierte nuestra existencia en un surtidor de alegría.
Esperanzafrente al pesimismo. La Pascua nos exige confiar y esperar en Dios. Sólo quien espera en El, es capaz de llegar a cumplir los más altos ideales.
Amor frente al egoísmo. La Pascua, al ver a Jesús, nos enseña que el servicio es pasaporte necesario para entrar en el país del cielo.
Perdón frente al odio. La Pascua nos empuja a las dos vertientes de una vida cristiana: el perdón y la reconciliación.
Ilusión frente al desencanto. La Pascua nos hace ver el horizonte de nuestra existencia con unas lentes muy especiales: detrás del fracaso aparente, espera un mañana feliz.
Valentíafrente a la cobardía. La Pascua, nos confiere fuerzas para seguir adelante. Jesús ha cumplido y, por lo tanto, nos da una buena inyección de fortaleza.
Fefrente a las dudas. La Pascua nos confirma en el camino emprendido en el día de nuestro Bautismo. La experiencia de Jesús Resucitado hace que nos sintamos arropados por su Espíritu y por los deseos de crecer como creyentes, como orantes y comprometidos en pro de un orden nuevo en el mundo desde la perspectiva del Evangelio.
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