“Vigilen, porque no saben qué día vendrá el Señor” (Mt 24, 42)
¿Has observado cómo, en general, no vives la vida sino que la arrastras, en espera de un “después”, en el que tendría que llegar lo “bello”?
El hecho es que un “después-bello” debe llegar, pero no es aquello que tú esperas.
Un instinto divino te lleva a esperar a alguien o algo que pueda satisfacerte. Y piensas tal vez en el día de fiesta, o en el tiempo libre, o en un encuentro especial… Pero cuando estos pasan, no quedas satisfecho plenamente; y retomas la rutina de una existencia vivida sin convicción, siempre en espera.
La verdad es que, entre los elementos que componen también tu vida, hay uno del cual nadie puede escapar: es el encuentro cara a cara con el Señor que viene. Esto es lo “bello”, a lo que inconscientemente tiendes, porque estás hecho para la felicidad; y la felicidad plena te la puede dar sólo Él.
Y Jesús, sabiendo cuánto somos ciegos tú y yo en la búsqueda de ella, nos amonesta:
“Vigilen, porque no saben qué día vendrá el Señor”
Vigilen. Estén atentos. Permanezcan despiertos.
Porque hay muchas cosas de las que no estás seguro en el mundo, pero de una ciertamente no puedes tener dudas: de que un día tienes que morir. Y esto para el cristiano significa presentarse delante de Cristo que viene.
Puede ser que también tú seas como la mayoría, que olvidan la muerte voluntariamente, a propósito. Tienes miedo de ese momento y vives como si no existiera. Con tu vida terrenal, con el aferrarte cada vez más a ella, dices: “la muerte me hace temblar, por lo tanto no existe”. En cambio, ese momento vendrá. Porque es seguro que Cristo viene.
“Vigilen, porque no saben qué día vendrá el Señor”
Con estas palabras Jesús se refiere a Su venida en el último día. Así como subió al Cielo entre los apóstoles, así volverá.
Pero estas palabras se refieren también a la venida del Señor al final de la vida de cada uno. Además, cuando el hombre muere, para él el mundo termina.
Y puesto que no sabes si Cristo viene hoy, esta tarde, mañana, o dentro de un año o más, debes vigilar. Justamente como aquellos que están despiertos, porque saben que los ladrones vendrán a desvalijar su casa, pero no saben la hora.
Y si Jesús viene, quiere decir que esta vida es pasajera; y siendo así, en vez de despreciarla debes darle la máxima importancia. Tienes que prepararte para ese encuentro, con una vida digna.
“Vigilen, porque no saben qué día vendrá el Señor”
Ciertamente es necesario que también tú vigiles. Tu vida no es sólo una pacífica sucesión de actos; también es una lucha. Y las tentaciones más variadas, como las sexuales, las de la vanidad, las del apego al dinero, las de la violencia, son tus primeros enemigos.
Si vigilas siempre, no te dejarás tomar por sorpresa.
Pero vigila bien quien ama. Es propio del amor vigilar. Cuando se ama a una persona el corazón vigila siempre esperándola, y cada minuto que pasa sin ella, se vive en función de ella.
Así hace una esposa amorosa cuando se esfuerza, o cuando prepara lo que puede servir a su esposo ausente; hace todo para él. Y cuando él llega, en su saludo regocijado va todo el alegre trabajo del día.
Así hace una madre cuando toma un pequeño descanso mientras atiende a su hijo enfermo. Duerme, pero su corazón vigila.
Así actúa quien ama a Jesús. Hace todo en función de Él, a Quien encuentra en las manifestaciones sencillas de Su Voluntad en cada momento, y a Quien encontrará solemnemente el día en el que vendrá.
Tres de noviembre de 1974. Concluye en Santa María, al sur del Brasil, un encuentro espiritual con 250 jóvenes, de los cuales la mayor parte proviene de la ciudad de Pelotas. Parte el primer bus con cuarenta y cinco personas: muchas canciones, mucha alegría, mucho amor a Jesús. Durante el viaje, algunas chicas rezan juntas el rosario con los misterios dolorosos, y piden a la Virgen que les conceda la fidelidad a Dios hasta la muerte.
En una curva el colectivo cae a un precipicio de unos cincuenta metros, debido a una falla mecánica, y da tres vueltas. Mueren seis chicas.
Una sobreviviente dice: “Vi la muerte de cerca pero no tuve miedo, porque Dios estaba allí”. Otra manifiesta: “Cuando me di cuenta de que podía moverme en medio de los hierros retorcidos, miré el cielo estrellado y, arrodillada entre los cuerpos de mis compañeras, oré. Dios estaba allí a nuestro lado…”. El padre de Carmen Regina, una de las víctimas, contó que su hija repetía a menudo: “Es hermoso morir, papá, se parte para estar junto a Jesús”.
“Vigilen, porque no saben qué día vendrá el Señor”
Las jóvenes de Pelotas vigilaban porque amaban; y cuando vino el Señor, fueron a Su encuentro con alegría.
Chiara Lubich
Ciao.
2 comentarios:
Acabo de recordar la Parábola de las Vírgenes y las lámparas de aceite. He pasado por aquí para saludarte Lourdes.
Buenas madrugadas.
Gracias por tu visita. Un abrazo
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