martes, 22 de septiembre de 2009

La magia de las velas



Que importante es saber distinguir... saber diferenciar los tiempos.
La vida se compone de momentos. Momentos pequeños, a veces muy intensos.
Si los agrupamos, van formando esas etapas que, juntas a su vez, van conformando nuestras vidas. Y cuando queremos darnos cuenta... se acabó.
Así que, pensándolo bien, tal vez sea conveniente limitarnos a aprovechar cada una de esas etapas, y hasta cada uno de esos pequeños e intensos momentos.
Cuando llego a este punto pienso que, realmente no vale la pena sofocarse demasiado por casi nada, y esta actitud no implica el caer en la desidia, no... se trata más bien de adoptar otro tipo de actitud ante la vida.
Como ejemplo , me viene al pensamiento la anécdota que en su día protagonizó Don Jacinto Benavente cuando, desde su condición de homosexual, al cruzarse por una calle con un individuo, éste, impidiéndole el paso, se detuvo con gran firmeza ante él, mientras exclamaba con gran ímpetu:
-Yo no cedo el paso a maricones.
A lo que Don Jacinto respondió, mientras que se ladeaba levemente y en un gesto de cortesía, inclinando el tórax y la cabeza, a la vez que mostraba la palma de su mano derecha que paseaba trazando una suave curva en clara invitación... respondió:
-Pero yo si... Pase, pase usted....
Hasta aquí lo que yo conozco de esa anécdota, cuyo recuerdo me invita a la siguiente reflexión:

¡Cuántas veces debemos ceder el paso a tanta intolerancia, adversidad e incluso alguna que otra agresión más o menos intencionada!
Si lo pensamos bien, la mayor parte de las veces, este tipo de reacciones son tan solo el fruto de alguna actitud más bien enfermiza, como las envidias o los celos.
Y es que hay demasiadas personas que no han comenzado todavía a mirarse hacia adentro.
Sólo van cegados por suaves y rápidos resplandores que les deslumbran por un momento. Pero que les duran muy poco.
Cuando prendemos una cerilla, se produce un fogonazo. Intenso, ruidoso. espectacular... Y breve, muy breve... Jamás una vela se prende así... Lo hace porque es encendida por otra llama.
Pero, una vez que han ardido, si está en un ambiente adecuado, permanecen encendidas hasta ser consumidas, hasta que ya no les queda nada. Ni mecha, ni cera .
Nos lo han dado todo, y nos han aportado su luz, su calor, y a veces hasta sus aromas...
Sin estridencias, y en un ambiente de recogimiento muy especial. Claro que, para poder apreciarlo hay que dedicarle un mínimo de atención.
Y eso no es compatible con el hecho de perseguir efímeros y deslumbrante fogonazos.
¿Os habéis detenido a contemplar la llama de una vela?
Se dice que todos llevamos una llama prendida dentro de nosotros mismos que no se ve porque esta muy honda en nuestro interior, pero que hay que protegerla...
Ella nos aporta esa fuentecilla de energía que nos es tan conveniente... Y esta llama, podemos y debemos compartirla.
Dicen que se asoma y se manifiesta por los ojos, que se puede ver allí... No se. Pero, si es así, pues.. ¡estupendo!
Yo he querido decirlo, por si alguien quiere valerse de esa llama interna, para volver a encenderla y compartirla con su entorno.
Seguramente nuestra llama está bien viva, pero puede ser que alguien sienta que se le apagó en alguna ráfaga de viento en contra sin que llegase siquiera a darse cuenta...
Son cosas que nos pueden pasar en un momento, momento que puede, a veces, modificar toda
una vida.

Ciao.

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