viernes, 16 de octubre de 2009

Cuando los hijos se van...


A los hijos cuando los traemos al mundo hay que aceptarlos con esa condición, hay que criarlos con esa idea, hay que asumir esa realidad. Algún día volarán de "nuestro" nido y se irán de casa.

No es que se van... es que la vida se los lleva.

Ya no somos su centro.

Ya no somos propietarios, somos consejeros.

No dirigimos, aceptamos. No mandamos, acompañamos y aconsejamos.

No proyectamos, respetamos.

Ya necesitan otro amor, otro nido y otras perspectivas.

Ya les crecieron alas y quieren volar.

Ya les crecieron las raíces y maduraron por dentro.

Ya les pasó las borrascas de la adolescencia y tomaron el timón del ser adulto.

Ya miraron de frente a la vida y sintieron la llamada, para vivirla por su cuenta.

Ya saben que son capaces de las mayores aventuras, y de la más completa realización.

Ya buscarán un amor, que los respete, que quiera compartir sin temores ni angustias las altas y las bajas en el camino que les endulce el recorrido y los ayude en el fin que quieren conseguir.

Y si esa primera experiencia fue equivocada, tendrán la sabiduría y las fuerzas para dejarla, y otro amor les llegará para compartir sus vidas en armonía.

Ya no les caben las raíces en nuestra maceta, ni les basta nuestro abono para nutrirse, ni nuestra agua para saciarse, ni nuestra protección para vivir.

Crecer en otra dimensión, desarrollar su personalidad, enfrentar el viento de la vida, a la sombra del amor y al rendimiento de sus facultades.

Tienen un camino y quieren explorarlo, lo importante es que sepan desandarlo, tienen alas y quieren abrirlas.

Importante será que tengan y un corazón sensible, la libertad asumida y la pasión a flor de piel.

Que la rienda sea con responsabilidad, y la formación que les dimos sea su luz.

Nosotros quedamos adentro. En el cimiento de su edificio, en la raíz de su árbol, en la corteza de su estructura, en lo profundo de su corazón. Nuestra misión es quedarnos atrás.

En la estela luminosa que deja el barco al partir.

En el beso que les mandamos.

En el pañuelo que los despide.

En la oración que los sigue.

¡En la lágrima que los acompaña!

Nosotros quedamos siempre en su interior aunque cambiemos y ellos cambien de lugar.

Ciao.

2 comentarios:

Lilian dijo...

Oye vengo del blog de la barca global y te encontré en blogs amigos está muy bonito muy interesante, felicidades! visitame tu también aca http://www.lianed.blogspot.com/

Anónimo dijo...

Mum, precisamente volando hemos estado este finde, y te escribo desde bruselas, con Julia, para que veas que aún así, tampoco hemos volado tan lejos.

Besos!!

Julia dice que gracias por dejarme volar de jaén porque así ha podido conocerme :-) (y besos de su parte)