
Algo estamos haciendo mal en este país nuestro, cuando las agresiones y delitos cometidos por menores se suceden a tal velocidad que las cifras resultan estremecedoras.
Las estadísticas son demoledoras, no sólo crecen en número de actos, sino que se caracterizan por ser cada vez más violentos, más graves y, por decirlo de una forma suave, más gratuitos, como podemos ver un día sí y otro también, en los casos que van saliendo a la luz relacionados con agresiones escolares en la prensa diaria.
Niños que se dedican a hacer la vida imposible a otros niños dentro y fuera de los colegios. Adolescentes que persiguen y acosan a otros adolescentes, en la mayoría de los casos con toda impunidad, amparados por el código de silencio que convierte en cómplices a las propias víctimas que temen ser objeto de represalias mayores si cuentan lo que les pasa, y a quienes en su entorno, conociendo lo que ocurre, callan por miedo a convertirse a su vez en víctimas... Y para colmo de agresividad, y cada día en mayor medida, padres que son agredidos por sus hijos, con amenazas de muerte, e incluso acciones que han acabado en ella.
Luego están quienes, como en cualquier grupo mafioso, equiparan el silencio con el sentido de pertenencia al grupo dominante. Veáse todas la tribus urbanas que nos están invadiendo y poniéndose de moda en estos últimos años en España.
Hemos tenido noticias de niños y jóvenes que han intentado suicidarse por el acoso de algunos de sus amigos y compañeros.
Ya no podían más. El acoso tan tremendo al que están sometidos, les hace querer "quitarse de en medio", con tal de dejar de sufrir.
La moda, de poder grabar estas agresiones con los móviles, les hace envalentonarse, colgándolas después en la red, para que todos sus "colegas", vean lo "valientes que son".
Lo que está pasando en España y en el mundo, no es cosa de niños.
La lista es larga. Los datos que nos lanzan las estadísticas resultan estremecedoras, y la gravedad de las agresiones son de tal calibre, que no podemos seguir mirando hacia otro lado como si estuviéramos hablando de meras chiquilladas.
No, lo que está pasando no es cosa de niños. Son niños, son adolescentes, pero son niños y adolescentes capaces de desarrollar tal violencia que si ahora no ponemos remedio, si no se toman las medidas oportunas, mañana serán adultos violentos y asesinos.
Decía al principio, que algo estamos haciendo mal. En este estamos incluyo al Gobierno, por supuesto, que tiene que agarrar a este gran toro por los cuernos y adoptar medidas que aborden con eficacia un problema tan grave como éste, que requiere atención constante y rigurosa.
No bastan por sí solas la reforma de la Ley Menor que espera ser aprobada en el Parlamento, ni los planes específicos anunciados por el titular de Interior, para luchar contra la delincuencia en las inmediaciones de los colegios e institutos por la policía, con especial atención a la vigilancia y control del tráfico de drogas y a la actuación de bandas organizadas.
Pero no es sólo cosa del Gobierno. Cuando algo tan grave falla en nuestra sociedad, es culpa de todos nosotros, porque la sociedad la conformamos todos: También los padres y los medios de comunicación, incluidas las cadenas de televisión son responsables, porque sirven la violencia de una forma gratuita, en películas y programas en horario infantil sin el menor pudor.
Si no ponemos remedio ahora, pronto lo lamentaremos, aunque pienso que ya es un poco tarde, porque son demasiados los casos de los que tenemos noticias.
Ciao.
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