lunes, 26 de abril de 2010

Las apariciones del Resucitado


Los Evangelios de este Tiempo Pascual nos van contando poco a poco las apariciones de Jesús Resucitado antes de ascender a los cielos. Una vez que se haya ido definitivamente Jesús junto al Padre, nos quedamos un poco solos. Nos invade la sensación que tuvieron los Apóstoles cuando se despidió de ellos: Sentirnos solo y abandonados por Jesús.
Y todos le pregutamos ahora:

¿Señor, cuando Tú te vayas, dónde te veremos?

No sé si será fácil o difícil verte, Cristo Resucitado… Ciertamente imagino que será algo distinto. Pero de algún modo estás con nosotros. Esa es nuestra fe. Y esa es tu promesa. Esa es la fuerza que movió a los discípulos. Estás y percibimos señales de tu presencia. En los demás, en nuestro corazón, en las historias pequeñas y en la historias grandes. En las cosas que otros nos contaron y en lo que nosotros mismos intuimos… Apareces de muchas formas, Señor Resucitado...

Cuando alguna situación nos dice que la última palabra no estuvo en la cruz, sino más allá. Cuando las bienaventuranzas se convierten en un grito poderoso que describe y transforma las historias. Cuando las nubes que a veces amenazan nuestras vidas, no nos impiden seguir avanzando. Cuando alguien perdona y nos recuerda que es posible seguir tus palabras. Cuando en medio de las lágrimas aparece una sonrisa inesperada. Ahí estás Tú...

En los gestos sencillos. En la entrega anónima de tantos hombres y mujeres que viven para otros y me recuerdan tu Evangelio. En la fidelidad de mis gentes. En la acogida de las personas, porque nos necesitamos unos a otros. En el trabajo callado que merece la pena. En el abrazo sincero de alguien que nos quiere. En la visita al preso y al enfermo. En la capacidad de dar la vida día a día sin esperar aplausos ni reconocimientos. En la esperanza en tu proyecto, que a veces nos llena de energía y nos pone en camino una y otra vez. Ahí apareces Tú...

Al compartir nuestra vida, nuestro tiempo o nuestros sueños. Cuando el corazón nos dice que no estamos solos, porque Tú vienes con nosotros. Al apreciar el valor de las cosas sencillas de cada día. Al trabajar codo con codo con el hermano, arrimando la espalda y soñando con mundos mejores. Cuando soy capaz de reírme de mí mismo. Cuando percibo que me miras con ternura y me ves mejor de lo que yo misma me veo. Y entonces río por dentro y por fuera... Porque Tú estás entre nosotros.

Ciao.


2 comentarios:

Magicomundodecolores dijo...

Así me siento yo muchas veces: un poco huérfana cuando creo que no le veo. Pero al final me doy cuenta de que ahí precisamente, radica la fe: ya Él lo dijo, que seríamos dichosos en tener fe sin verle. Y así es. Los apóstoles le tuvieron y le escucharon, nosotros vivimos esperando con fe y cuando nos miramos por dentro, nos damos cuenta de que ahí está, a todas horas, apoyandonos, rescatándonos, amándonos.
Saludos y bendiciones.

Anónimo dijo...

Hola Lourdes.
Desde Hazte Oir me ha llevado aquí, y me he encontrado contigo, que alegría.
Me hubiera gustado ir al Congreso por el derecho a Vivir pero tengo otro evento, el PJ ROCK.
Desearos que sea todo un éxito, estaré unido a vosotros desde la oración, amiga.
Belo post/entrada, Cristo se nos aparece en cada momento de la Vida en muchas situaciones de la misma, lo que tenemos es saberlas disfrutar dandole gracias.
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Besitos
FOTELIAS