domingo, 4 de abril de 2010

Los frutos del Resucitado


No esperes un "aparecido" caminando por tus calles.
No esperes una visión celeste, tangible, palpable, corpórea, resucitada... porque entonces te perderás las semillas del Resucitado.
Te perderás los indicios de su presencia en nuestro mundo.
Te perderás mil destellos que hablan de una gran luz .
Mil sonidos suaves que nos traen una sinfonía espléndida.
Te perderás colores que apuntan a un hermoso cuadro.
El Resucitado en nuestro mundo está vivo, en la acción del Espíritu.

Un Dios Resucitado es el que inspira la comunión de corazones, la profunda intimidad, la capacidad de tender puentes y relacionarnos sin barreras.
Allá donde, más allá de un "yo" o un "tú" surge un "nosotros", algo nuevo se genera, un sepulcro se vacía y vendas inútiles caen.
Allá donde un hombre o una mujer se arriesgan a amar, dejando todas las seguridades en otras manos; allá donde alguien es capaz de escuchar, ponerse en el lugar de otros, compartir las preocupaciones o los éxitos, desear el bien ajeno, algo nuevo se genera, un sepulcro se vacía y vendas inútiles caen al suelo.
Allá donde alguien piensa en las necesidades de otros con tanta intensidad como en las propias, donde se busca la concordia por encima del conflicto y la humanidad común por encima de las diferencias, algo nuevo se genera, un sepulcro se vacía y vendas inútiles caen al suelo.

Y este milagro sigue ocurriendo una y otra vez. Seguimos juntándonos en un momento en el que parece que todo lo demás se detiene; en un espacio inaprensible, en un tiempo que se nos escurre una y otra vez en torno a una mesa grande en la que se sigue haciendo real un pan cogido con el trabajo de los hombres y mujeres de este mundo; un pan bendecido por el Dios de la vida; un pan partido para ser repartido; y un pan entregado para que llegue a todos.
En ese gesto de romperse para darse, de derramarse para alcanzar a todos; en ese gesto de juntarse para comulgar como expresión del deseo de hacer de la propia vida prolongación de aquel misterio, ahí está el Resucitado.

Porque esos frutos son los de tantos hombres y mujeres que, en sus vidas, aun en momentos puntuales, sienten que su corazón arde con el mensaje del Evangelio.
Sienten que el grito de bienaventuranza ilusiona, motiva, empuja y lanza la propia vida a ponerse al servicio del reino de Dios.

Sienten que merece la pena arriesgar, arriesgar algo, arriesgar mucho, arriesgar todo, hasta dar la vida si fuera necesario, porque en Jesús la vida ha tenido la última palabra.
Son esas personas que perdonan, que muestran el coraje de vivir sin estar aprisionados en seguridades. En las personas que aman sin pedir nada a cambio.

Son personas que creen que es posible el sueño de una humanidad unida... allí hay semillas del Resucitado.
Son las personas que creen, que aman, que sueñan, que confían, ahí hay semillas del Resucitado.


¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN, QUE LOS FRUTOS DEL RESUCITADO LLEGUEN A NOSOTROS!

Ciao.

3 comentarios:

Angelo dijo...

Salgamos corriendo como Pedro y Juan, con el corazón palpitando, y descubrir que sus palabras fueron verdad, que no nos engañó. Recobremos las fuerzas que hayamos perdido por el camino y comuniquemos la luz que hemos recibido. Te tuve presente en la Vigilia Pascual concretamente en el canto del Pregón. Un abrazo
Feliz y Santa Pascua

Sinretorno dijo...

Gracias y Feliz Pascua de Resurrección.

José Luis Carvajal dijo...

¡Muy hermoso, Luz, muchas gracias!