viernes, 6 de agosto de 2010

La señal de la Cruz


Como este gesto lo hago con frecuencia a lo largo mi jornada, tengo el peligro de hacerlo sin prestarle la atención que se merece. Sin embargo es precioso por su historia, por su significado y por su poder.

Es la señal de mi fe; muestra quién soy y lo que creo.
Es el resumen del Credo. Es la señal de mi agradecimiento. Debemos hacer con amor y respeto este gesto que nos recuerda que Jesús ha muerto por todos nosotros.
Es la señal de mi intención de obrar, no para la tierra, sino para el Cielo, y al hacerla, y pronunciar estas misteriosas palabras, yo me uno a Dios Uno y Trino, en todos mis actos.

"EN EL NOMBRE DEL PADRE Y DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO" me comprometo a obrar:

• En el nombre del Padre que me ha creado,

• En el nombre del Hijo que me ha redimido,

• En el nombre del Espíritu Santo que me santifica.

En una palabra: a actuar como hijo o hija de Dios.

Este signo es la señal de la consagración de toda mi persona.

Al tocar mi frente: Rezo a Dios todos mis pensamientos.

Al tocar mi pecho: Consagro a Dios todos los sentimientos de mi corazón.

Al tocar mi hombro izquierdo: Le ofrezco todas mis penas y preocupaciones.

Al tocar mi hombro derecho: Le consagro mis acciones.

La señal de la Cruz es en sí misma fuente de grandes gracias. Debemos considerarla como la mejor preparación a la oración, pero ya es en sí misma una oración, y una de las más sencillas de las oraciones y de las más completas.Es una bendición.

Si nos emociona ser bendecidos por el Papa, por un Obispo, ¡Cuánto más ser bendecidos por el mismo Dios!

Señor, concédenos la gracia de hacer de nuestra Señal de la Cruz un "Heme aquí" motivador para la oración, para la acción, para nuestro día entero, así como una poderosa llamada de las bendiciones del cielo sobre nosotros.

Ciao.

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