sábado, 20 de noviembre de 2010

“El aborto no es libertad: es un callejón sin salida”



La Asociación de Víctimas del Aborto recoge testimonios de mujeres que han abortado: El dolor de la vergüenza, del arrepentimiento, de la pérdida... Un dolor en silencio.


Muchas mujeres lloran en silencio la pérdida de su hijo. Muchas nunca se lo comunican a su entorno más cercano. Ni siquiera se lo cuentan al encuestador del INE.
Un 70% de las mujeres que han abortado lo niegan en la encuesta de fecundidad. ¿La razón? La vergüenza, el arrepentimiento, el dolor de la pérdida.
Un dolor que se vive en silencio. La Asociación de Víctimas del Aborto es un canal de comunicación para estas mujeres.
Es el caso de Teresa.
Teresa tenía 25 años, trabajo y pareja estable. Antes de hacerse el test, sabía que estaba embaraza. “Las mujeres lo sabemos”, señala María, otra mujer que ha pasado por el drama del aborto. Teresa se hizo el test el mismo día en que debía bajarle la regla: estaba embaraza. “Recuerdo que me temblaban las piernas y apenas tenía fuerzas para sostener el test de embarazo en mis manos. Entonces lloré. De repente me entró mucho miedo, mi pareja me abrazó y me dijo que lo mejor era que abortásemos”.

Ella sin embargo, “se sentía bien, feliz; quería ser mamá”. Y eso a pesar de las náuseas. El problema llegó tras el rechazo de la familia. “Eres muy joven”, “te vas a destrozar la vida”, “vas a arruinar tu vida profesional”, “puedes tener más hijos en otro momento”, “un aborto no es nada, es como sacarse una muela”.

Teresa recuerda que su entorno comparó a su hijo con una muela, una alubia “y hasta con una nuez; con todo menos con la vida”. Hasta los ‘médicos’ lo llamaron “producto del embarazo”.
Teresa sintió la soledad, la principal causa real de aborto en España. “Sentí como si mi pareja me hubiera traicionado, como si me hubiera estado engañando en estos tres años”.
No es que Teresa hubiera sido provida de siempre. Es más, antes de quedar embarazada, estaba a favor del aborto, “a favor de la libertad para poder elegir”.
Hija del mundo. “Luego te das cuenta de que no es tan fácil como pensabas”.
¿Quién se lo advirtió? Nadie. ¿Quién le permite ahora llorar? Apenas la Asociación de Víctimas del Aborto.
“Cuando estás embarazada y sabes que un ser único crece dentro de ti, por ti y gracias a ti, te sientes con la responsabilidad de cuidarlo”, señala Teresa.
Un sentimiento no compartido por su pareja. A las siete semanas de embarazo, se hizo la primera ecografía. “Estaba emocionada, le apreté fuerte la mano a mi pareja; él ni se inmutó”. Esto fue lo definitivo. Habría bastado un gesto de apoyo. Pero Teresa se sintió impotente ante la corriente de todo su entorno. “Nadie me apoyaba; estaba sola”.
Y el río se la llevó por delante. “Yo siempre me creí fuerte, echá pa´lante. Pero me sentí tan vulnerable que llegué a convencerme de que lo que llevaba dentro no era mi hijo sino un embrión”.

A las nueve semanas abortó. “Mi hijo ya tenía forma humana: tenía manos y pies, tenía corazón y sistema nervioso. Ves, oyes, hueles y sientes mucho dolor mientras te practican el aborto”. A partir de ahí, el hundimiento... Al salir, “llorando sin parar, como en una crisis de ansiedad: me costaba respirar, no podía hablar, estaba en estado de shock”.
Sin embargo, negación de la evidencia. Trató de autoconvercerse de que había hecho lo mejor. Una mentira que nunca le convenció.
Pasado un mes de aquello sigue lamentándose: su hijo nunca volverá. “No asumo que mi hijo no vaya a nacer, es más, no puedo ni pensar en que he sido yo la que voluntariamente le he quitado la vida. También me he quitado parte de la mía”.
Hoy Teresa se siente “cobarde, egoísta, mala madre”.
Ahora todo se ha vuelto negro. Lloros, depresión, culpabilidad, autocastigo. Entra en las tiendas de bebés. “Me doy cuenta de que nunca va a nacer y entonces me pongo a llorar, me siento muy arrepentida, entristecida, le echo de menos”. Ni siquiera se permite el olvido. “Mi hijo se merece el recuerdo”.
¿Conclusión? “El aborto no te quita un problema, sino que más bien te pone otro encima; el aborto no es libertad, es un callejón sin salida”.

Gianna Jessen: Superviviente:

La madre de Gianna Jessen se practicó un aborto mediante inyección salina. Providencialmente, el método no funcionó y Gianna nació el 6 de abril de 1977 en Los Ángeles. Tras 18 horas debatiendo entre la vida y la muerte, el centro abortista tuvo que certificar su nacimiento. Un milagro.
“La empresa de abortos en la que nací presumen de haber abortado un millón de bebés y facturan 70 millones de dólares al año”, señala Gianna.
“Proclamo la vida porque ellos no me ganaron”, dice con evidente emoción. La batalla entre la vida y la muerte es siempre personal.
En su caso es autobiográfica. “¿Tú, de qué lado estás?”, inquiere a los auditorios que le escuchan.
Un último recado para los hombres: “Sed hombres, proteged a vuestras mujeres y vuestros hijos, no os escondáis ante las dificultades; estoy cansada de hacer vuestro trabajo”.

ALBA, por Luis Losada Pescador

Ciao.

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