Comenzamos el tiempo Ordinario tras las festividades de la Navidad que concluyeron el domingo pasado con la fiesta del Bautismo del Señor, y que se prolonga al día siguiente en el Evangelio, con el testimonio de Juan Bautista sobre Jesús.
Es característica del Evangelio de Juan la insistencia en el testimonio para comunicar la fe.
Sólo se puede transmitir lo que se vive, lo que se ha experimentado primero.
En una época como la nuestra, tan escéptica en tantas cosas, tan alérgica a los discursos vacíos, sin embargo, el testimonio vivo de las personas es todavía y será siempre la mejor herramienta de evangelización.
Se cree al que lo vive, al que los transmite con entusiasmo, al que es coherente entre lo que dice y lo que hace.
No cabe duda, somos el rostro de Dios en el mundo y su mejor imagen para los hombres y mujeres de nuestra sociedad.
Tendríamos que ser capaces de pasar del “yo lo sé”, al “Yo lo he visto” de Juan Bautista. Ver es experimentar, vivir, tener experiencia, haber sentido la presencia real y transformadora de Dios en nuestras vidas. He aquí el drama de nuestra Iglesia actual, que no es creíble, que tenemos una historia que arrastramos de tantos discursos huevos y testimonios anticristianos.
Sólo el testimonio transparente y acogedor será capaz de de hacer interesarse a la gente por el mensaje de Cristo. Hoy más que nunca sobran los maestros y hacen falta urgente los testigos, los que no hablen de oías o de libros, sino que transmitan desde el corazón.
A Dios, ya lo dice el propio Juan, sólo se llega por el Amor. Y se nota mucho a quien habla de memoria y a quien transmite de experiencia.
¿Y cómo llegar a esa experiencia de Dios en nuestras vidas que nos haga ser testigos convincentes, alegres, humildes, acogedores?
Está claro que cultivando y cuidando nuestra vida de fe, manteniendo encendida su llama a través de la oración, la Eucaristía, la lectura y meditación de la Palabra de Dios, la pertenencia a una comunidad parroquial, colegial, de referencia, el compromiso a favor de la justicia, la paz y la solidaridad.
Son caminos seguros que van a abriendo las puertas, que van acogiendo señales, que van construyendo puentes por donde suele atravesar el Señor.
Sólo así, desde la experiencia de quien ha sentido y experimentado en su vida que es el “Hijo amado” de Dios, que ha sido consciente del descenso del Espíritu Santo sobre él, podemos hoy ser cristianos militantes, convencidos, dispuestos a dar la cara por Cristo, sin imponer a nadie la fe, pero sin callarnos ni esconder la causa de nuestra felicidad, proponiéndola con alegría y con humildad a todos.
No tengamos miedo, Cristo va a nuestro lado, ha prometido estar siempre con nosotros, y nos invita a ser creadores con Él de una Iglesia más evangelizadora y de un mundo más justo y fraterno.
Ciao.
1 comentario:
El gran reto de los cristianos actuales es la Nueva Evangelización y para poder dar fe a los demás, tenemos que tener la nuestra muy firmemente asentada. Ese es el testimonio de Juan, que debe ser el nuestro hoy, cada día.
Un saludo
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