martes, 22 de febrero de 2011

Cristianismo de bolsillo y conveniencia


El cristianismo es una religión que vuelve a los hombre felices, valientes realizados, pero con una condición, que tomen el cristianismo en serio. Miles lo toman en broma.

¿De qué sirve una religión, cualquiera que sea, si no es capaz de ofrecer a sus seguidores lo que ellos tienen derecho a esperar? Respuestas a sus dudas, soluciones a sus problemas, profunda felicidad, un sentido a sus vidas, etc.
¿De qué sirve una religión si no nos hace mejores a sus seguidores?
¿De qué sirve - por ejemplo - ser católico, si el serlo no nos hace ser más felices, ni nos hace sentirnos más fuertes o más valientes ante las dificultades?
Si no nos hace mejores que los que no son católicos, yo me pregunto, ¿De qué nos sirve nuestra religión?

Los hombres sin religión tienen derecho a decirnos: "Demuéstrame que el tener una religión, me reporta bienes y me hace mejor".
Antiguamente se decía de los cristianos: "Mirad, cómo se aman".
¿Se puede hoy decir esto también?
Alguien con muy mala intención decía estas palabras: "Si ves que alguien va a los templos y despelleja con su lengua a su vecino, sospecha que es un cristiano", y por desgracia muchas veces sucede así.
O también nos diría: "Tu crees en Dios y vives tan amargado como yo, ¿De qué te sirve creer en Dios? Vas a Misa los domingos y eres igual, si no peor que yo. ¿De qué te sirven tus Misas y tus rezos?"

Son preguntas muy duras, pero tienen su punto de verdad. Los jóvenes, por ejemplo, que recibieron una formación religiosa e iban, o mejor dicho, eran llevados a Misa los domingos y les enseñaban a rezar, al llegar a esa edad en que todo se analiza y de todo se pregunta por qué, efectivamente, se preguntan: "¿Por qué tengo que ir a Misa, confesarme y rezar, etc.?"

Si no tienen respuesta convincente dejan la religión como algo inservible, inútil, infantil, etc., y buscan como sustituto de sus creencias otras cosas, alguna teoría filosófica o psicológica, o lo que esté de moda en el pensamiento, Si encuentran alguna respuesta, o alguien les da razones convincentes, entonces aceptan su fe con mayor madurez porque la ven útil, necesaria, enriquecedora.

Incluso, puede ocurrir otra cosa, y es que se cambie de religión como si se tratase del cambio de un abrigo, o de una camisa. De esa manera se demuestra qué las raíces que tenían su anterior religión, eran totalmente superficiales, sin arraigo ninguno.

El que cambia su fe de un día para otro, mala señal. Y ahora yo pregunto: ¿Merece la pena seguir una religión, sea la que fuere?
Depende. Si se vive a medias, ¡No!, si se vive en serio, ¡Si!
Claro que, si el problema de muchos es que ha reducido su religión a un cristianismo de Misa dominguera, a un cristianismo de bolsillo y conveniencias, sin exigencias, claro que esa forma de vivir no da nada. Ni respuestas, ni felicidad, ni fortaleza, ni templanza ante las adversidades, pienso que no merece la pena. Pero, hay otra forma de ser cristianos, que sí llena y ayuda y fortalece, que es ser cristianos de verdad. Ese cristianismo del compromiso, de la entrega, de la ayuda desinteresada, y que en nombre de Dios nos ayuda a dar y darnos por amor a Él.

Ciao.


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