miércoles, 1 de junio de 2011

El secreto de la sencillez


¿Cuál es el secreto para simplificar nuestra vida?
Simplemente éste: Pon a Dios primero en todas las cosas, todo el tiempo.
Cuando Dios sea tu mayor deseo y Su voluntad tu primera prioridad, todo está en su sitio. No hay estrés ni desorden.

Dios primero:

Esto es lo que Jesús quiso decir cuando dijo: “Buscad primeramente el Reino de Dios y su Justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mt. 6:33).
Debemos esforzarnos por conseguir el reino interno de Dios donde la fe, la esperanza y el amor prevalezcan y las cosas externas por las cuales tendemos a preocuparnos, nuestras inquietudes físicas y materiales serán resueltas a medida que surjan , de la misma manera en que Dios provee por las aves del cielo y los lirios del campo.

Sin embargo, para que este secreto sencillo funcione plenamente en nuestras vidas, debemos poner a Dios primero en todas las cosas, todo el tiempo.
No solamente cuando tenemos una gran necesidad de algo o durante oportunidades ya reservadas para Dios, tales como los servicios dominicales o la oración antes de las comidas, sino durante todo el día, cada día.

Practicar la Presencia de Dios:

Ésta es la esencia de “practicar la presencia de Dios”, una disciplina espiritual que tuvo su origen con el Hermano Lorenzo, un humilde monje Carmelita del siglo 17 en Francia.

Durante sus 40 años en un monasterio, sirviendo más que todo como cocinero, el Hermano Lorenzo descubrió cómo poner a Dios primero en todo, no solamente durante los rituales monásticos y las oraciones, sino también en la cocina, en sus conversaciones con otros, en sus escritos y en todo otro aspecto de su vida. El resultado fue una vida sencilla de gran gozo y satisfacción… con Dios como su centro.

A continuación los tres pasos básicos para practicar la presencia como lo hizo el Hermano Lorenzo:

- Recuerda que Dios está siempre presente y disponible para prodigarnos amor. “Dios tiene un tesoro infinito que asignar”, escribió el Hermano Lorenzo. “Cuando Él encuentra un alma llena de una fe viva, Él vierte abundantemente en ella Sus gracias y favores; allí fluyen como un torrente”.

- Conversa con Dios tan continuamente e íntimamente como te sea posible, más que todo en alabanza y agradecimiento callados por el amor de Dios.

- El Hermano Lorenzo se refería a esta actividad sagrada como una “conversación habitual y secreta del alma con Dios”.
Esto le proporcionó al monje tal gozo que a veces sentía la necesidad de restringir sus sentimientos dentro de las paredes sagradas del monasterio.

- Entrega tus errores a Dios tan pronto como tomas conciencia de ellos, luego haz la resolución de mejorar.
El Hermano Lorenzo nunca perdió tiempo ni energía sintiéndose mal ni castigándose por sus “pecados”.
Él confiaba absolutamente en el perdón y la gracia de Dios para ayudarlo a mejorar. Y lo logró.

Lo que el Hermano Lorenzo hizo, nosotros también lo podemos hacer:
Simplificar nuestras vidas con Dios. “Los que buscan a Dios no tendrán falta de ningún bien” (S. 34:10) .

Cada vez que nuestra atención esté enfocada en Dios —no en el problema ante nosotros— nuestras prioridades se aclaran más, recibimos las respuestas que buscamos y las dificultades se disipan.
Cuando ponemos a Dios primero, cuando practicamos la presencia, nada bueno nos falta.

Ciao.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Milgracias por este compartir que dios le bendiga hace mucho bien un saludo en Cristo jesús

Anónimo dijo...

Mil gracias por este compartir que dios le bendiga hace mucho bien un saludo en Cristo jesús