miércoles, 7 de septiembre de 2011

Causalidad o Casualidad



La angustia y el temor que producen tener que enfrentarse a ciertas realidades desagradables han hecho que los hombres comparen la vida con un juego de azar.
Nada está relacionado con nada, todo es una simple casualidad, donde algunos salen ganando y otros perdiendo.
Y así, en esta “lotería de la vida”, apostamos cada mañana por nuestra suerte y lloramos por las noches cuando la fortuna no nos ha favorecido.
A los propios defectos de falta de voluntad, indiferencia y cobardía psicológica, se añade la disculpa fácil de un “mundo malo y cruel”, contra el que el hombre nada puede hacer.

El resultado aparece claramente si vivimos en un desorden cósmico, donde los acontecimientos siguen la única ley de la casualidad, ¿Para qué preocuparse por nada?
La ciencia y el arte –por no hablar del rito religioso– se reducen entonces a las “cábalas” necesarias para rasguñar alguna parte de la suerte que la vida distribuye caprichosamente.
Y, ante los fracasos, jamás hay responsabilidad personal. La vida cruel y la casualidad son los culpables de la situación, y la conciencia humana se enquista más y más en la disculpa de la impotencia ante el destino.

No hay hechos casuales. Todo viene de algo y se dirige hacia alguna parte. La ciencia, inteligentemente, busca el porqué de los fenómenos que nos rodean. Hay explicaciones para el día y la noche, para las distintas estaciones del año, para el milagro de la germinación de una semilla, para la gestación de la vida física, para el rumbo de los ríos hacia el mar, para las nubes que se agrupan y luego se disuelven en gotas de lluvia…

Pero cuando se topa con el misterio, cuando faltan las explicaciones y cuando es pobre nuestra comprensión, se prefiere la muletilla de la casualidad inestable antes que conceder la presencia latente de una ley causal que aún debemos desentrañar.

Cada uno de nuestros actos tiene una razón. Cada gesto, cada sonrisa, cada lágrima, cada impulso de valor, cada sensación de fuerza interior, cada sentimiento de compasión y amor, vienen de semillas de sus mismas naturalezas.
Y cada uno de nuestros actos también genera un efecto que será igualmente de la misma naturaleza, en lógica concordia. El amor viene del amor y genera amor, el odio viene del odio y genera odio.

Sin casualidades y con causalidades, somos responsables de nuestros propios destinos.

Ciao.

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