lunes, 19 de septiembre de 2011

¿Enseñar o educar?


¿ENSEÑAR O EDUCAR?

EDUCAR es formar en ideas y creencias, estimular el espíritu crítico sin caer nunca en el adoctrinamiento; es promocionar los valores de la ciudadanía y el respeto a la autoridad.

Parece que una nueva normativa sobre todo el sistema educativo puede ser realidad en fechas no muy lejanas. Bien es verdad que, tras padecer durante no pocos años de dedicación exclusiva a la Universidad, resulta casi imposible evitar la desgana ante tantos y tantos experimentos en este terreno, pero me parece que hay que "hacer de tripas corazón" y volver sobre el tema.

Vaya por delante la afirmación de que el nuevo intento cae en los mismos pecados que varias veces hemos puesto de manifiesto.
Se cae, ante todo, en la dichosa precipitación que conlleva dos defectos: no se concede un cierto tiempo, un pequeño "respiro" necesario para comprobar la bondad o maldad de lo bien poco intentado y, en segundo lugar, se vuelve al conocido refrán del maestrillo y el librillo.
Con la necesaria variante de que al ser los que profesan la meritoria profesión de maestros quienes ninguna culpa tienen en el evento y siendo posiblemente las principales víctimas del frenesí legislativo de antes y de ahora, acaso el refrán debiera tener distinta letra: cada ministrillo pone su librillo.
Se vuelve, una vez más, a la nefasta ausencia de una amplia y documentada consulta previa con los sectores afectados. Ni el "exponer" ante rectores, ni el veredicto de los sindicatos me parecen vías suficientes. Y, fundamentalmente y es a lo que vamos en estos párrafos, se confunde, también una vez más, dos menesteres que me parecen harto diferentes: enseñar y educar.


ENSEÑAR es transmitir, con mejor o peor fortuna, una serie de conocimientos, más o menos avalados por el paso de los años y necesitados, muy de vez en cuando, de cierta puesta al día.
Saberes de esto o aquello que permiten tanto su cansina repetición año tras año, cuanto su escasa lucrativa versión en el "manualito de turno". El fruto de la enseñanza tarda más o menos tiempo en desaparecer, según la bondad del que expone y el interés de quien recibe lo que se va exponiendo.
Se trata de "superar la asignatura" y engrosar el currículo, menesteres sin ninguna duda insoslayables en el especializado mundo en que vivimos. La fragilidad de la memoria tiene la última palabra. Pero, hasta que ello se verifica, lo que realmente ha valido es el repetir, a ser posiblemente literalmente, lo que quien ocupa la tarima (sea cual fuere su calidad y su cualidad) ha "soltado" en los minutos de cada día.

Con resignación, sin contraste y dando velocidad al "supremo arte de tomar unos buenos apuntes". Y poco más.
La papeleta o el tablón de anuncios tienen la última palabra. La enseñanza de la asignatura ha cumplido su papel. Y más tarde la brillante oposición a lo que sea (aunque nada tenga que ver con lo enseñado) o la desilusión de los años en el paro.

Educar, por el contrario, es algo bien distinto. Se puede hacer se enseñe lo que se enseñe, porque educar supera siempre al mero enseñar. Educar es formar en ideas y creencias. Es transmitir valores. Es estimular el espíritu crítico del oyente, sin caer nunca en el adoctrinamiento. Es enseñar lo que corresponde, en derechos y obligaciones, por el mero hecho de vivir en convivencia. En suma, intentar promocionar los valores de la ciudadanía: respeto a la autoridad, consideración hacia los mayores, estímulo del pudor, lealtad y no engaño al Estado, preocupación por los demás, etc, etc.
Por si puede interesar, al profesor Cerezo Galán, buena cabeza en el mundo de la filosofía, acaba de editar un valioso libro sobre este tema. Con la educación lo que se crea es una cultura cívica indispensable para cualquier clase de régimen político. Porque será luego cuando el régimen que sea (del democrático al totalitario) intentará socializar en otro tipo de valores acordes con su ideología. Pero luego. Sin la cultura cívica previa el segundo paso está llamado al fracaso.

VA DE SUYO que la función de educar es menester no exclusivo de la escuela, ni de ningún plan ministerial al uso. En esta gran labor se comienza en la familia y puede tener otras mil agencias. Pero algo o mucho corresponde al contexto de las aulas. En ellas predominarán la palabra y el buen maestro.
Un buen bachillerato pleno de buenos maestros-educadores es algo que queda para siempre. Y me temo que, entre nosotros, en nuestro país, lo que esté ocurriendo es que el mundo de la informática y los grandes avances de la tecnología, se esté superponiendo y hasta sustituyendo (¡adiós a las enciclopedias, a la memoria y a la lectura!) a los valores de la educación que acabo de citar. Craso error para hoy y para el mañana. La conciencia del esfuerzo personal habrá sucumbido ante la comodidad de la máquina y el menester del pensar se habrá convertido en el mero repetir lo que se oye o lo que se ve.

Catedrático de Derecho Político Universidad de Zaragoza

Ciao.

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