martes, 10 de abril de 2012

Vivir La Pascua




Vivir la Pascua:

El domingo todos nos felicitábamos por la Pascua. Anunciábamos de mil formas el Misterio  Pascual.
Pero ¿Vivimos este Misterio? ¿Queremos vivirlo de verdad?
Cristo vive, decimos. Pero, ¿Estamos resucitados con  Él? ¿O todo se reduce a saber que Jesús ha resucitado?

Vivir la Pascua significa:

- Pasar por la cruz, como lo hizo el pueblo hebreo, que "pasaron" por el mar Rojo camino de la libertad, de la tierra prometida.
El rostro y el cuerpo de  Cristo glorioso está marcado por las cicatrices de la Pasión. No se puede llegar a la Pascua, sin dar antes  los pasos hacia la Cruz.
No se puede llegar a la Pascua sin romperse, como la losa del sepulcro,  sin conseguir primero un despojo total y una entrega sin reservas, o una aceptación  incondicional de la voluntad del Padre.
Una Pascua sin cruz no es más que una fiesta más de la  primavera naciente.

- Vivir en un éxodo permanente es, cuando se sale de "nuestro Egipto particular", deprisa, ligeros de equipaje, cuando  nadie se instala en situaciones placenteras ni se conforma con las libertades conseguidas,  cuando se afrontan los problemas que se presentan a cada hora, plantándoles cara y cuando no se renuncia a  la tierra prometida.

- Creer en la esperanza, aceptando la "creación sin límites", la revolución posible, los cambios que alteran nuestros proyectos, la propia superación de cada día...
Aceptar al Dios sorpresa, al Dios que  pasa, al Dios que viene, al Dios que se hace presente y está en cualquier persona o  acontecimiento o en cada sacramento. Y aceptar la sorpresa de Dios es aceptar Su palabra,  Sus regalos, Su providencia y Su amor.
Aceptar las sorpresas de la vida, porque el futuro no está  escrito. Aceptar las sorpresas de nuestros hermanos, que no siempre son rutinarios y mediocres. De este esperanza surge nuestra vida pascual, firme y confiada.

Dejarse renovar y recrear:

Dejar que el Señor resucitado exhale su aliento sobre  nosotros, su Espíritu creador, como al principio. Que la alergría de su resurrección, se traduca en obras, en alegría, en esperanza, en hechos concretos... Que nuestra alegría pascual, sea estar con Cristo Resucitado a cada momentos, transmitiéndolo a los que nos rodean.

Vivir en el amor: 

Es el fruto de la vida en Cristo. Amar, dejarse amar, ser amor. Morir al  egoísmo cada día, perdonar 70 veces 7, servir por encima de las propias fuerzas,  entregarse hasta el fin.

Esto es la Pascua: Un amor más fuerte que la muerte, un fogonazo que consume todas las  ataduras, una libertad definitiva, la paz como un torrente que inunda, la perfecta alegría porque dos mil años atrás, un hombre vino al mundo dispuesto a ser el mayor ejemplo de amor y verdad que la humanidad conocería.
Su propuesta de vida no fue entendida por muchos. Condenaron a este hombre y lo crucificaron, ignorando todos sus propósitos de un mundo mejor.
Hubo dolor, angustia y oscuridad. Por tres días, el sol se rehusó a brillar, la luna se negó a iluminar la Tierra, hasta que, al tercer día, la vida volvió.
La Pascua existe para recordarnos este espectáculo inigualable llamado Resurrección.
Resurrección de la sonrisa, de la alegría de vivir, del amor. Resurrección de la amistad y de la voluntad de ser feliz. Resurrección de los sueños, de los recuerdos. Y de una verdad que está por encima de los huevos de chocolate o hasta de los conejitos pascuales.


Cristo murió, pero resucitó.

Él hizo eso solamente para enseñarnos a matar nuestros peores defectos y resucitar las mayores virtudes sepultadas en lo íntimo de nuestros corazones.


Que ésta sea la verdad de tu Pascua.

Ciao.



2 comentarios:

Miriam dijo...

Muy feliz y luminosa Pascua¡¡

lojeda dijo...

Igualmente par ti Miriam. Un beso