sábado, 19 de mayo de 2012

Meditación para un atardecer



Al terminar el día, hagamos contemplemos con agradecimiento los regalos de Dios:

Experimenta la maravilla
de haber nacido y de crecer.
Y haz que cada día, cada hora,
cada momento sean nuevos para ti.

Sé consciente de los límites de tu oficio de ser persona.
Acéptate como eres pero sueña con lo que puedes ser y trabaja para llegar a serio.

Evita en tu vida las contradicciones.
Sé sincero y transparente.
Y sobre todo, sé libre.
Obra con la libertad de los hijos de Dios, esa de quienes no tienen nada que perder ni nada que ganar y, a la vez, todo que hacer.

Comparte cuanto tienes con los hermanos.
Regala tu tiempo y tu alegría y contagia tu ilusión y tu esperanza, siembra siempre el buen humor.

No envidies la suerte de nadie ni te dejes corroer por la envidia.
Tú, en cambio, sé generoso y desprendido en ideas, acción y corazón.
Conserva tu capacidad de asombro ante todo lo creado.
Vive cada nuevo día como si fuera el primero, como si fuera el único, como si fuera el último.

Da gracias a Dios todos los días de tu vida, y cuando llegue la noche, haz examen de consciencia:
mira lo bueno que has hecho, felicítate por ello y siembra más amor para que nazca nuevo con el sol.


Ciao.

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