viernes, 1 de junio de 2012

Nuestros muros agrietados




Si comparamos nuestra vida con el muro de una casa vieja vemos a ese muro viejo y dañado. Unas grietas que se agravan con el paso de los años, pero que siguen aguantando la estructura de la casa.
¿Pero qué quiero decir con esta comparación? ¿Qué verdad esconde?

Vivimos cada día viendo esos muros  en nuestras ciudades, y casi nunca
se atreven a derrumbarlos, mientras la casa esté en pie. Las diferentes estaciones van  maltratando el muro, pero él sigue firme, resistiendo a todas las inclemencias.

Su desolador panorama nos hace aceptar muchas veces las herramientas insuficientes que tenemos para recomponerlo, pero también nos impide destruírlo, porque forma parte de nuestra vida y nuestro entorno.
Muchas veces nuestra vida es ese muro rajado, que nos impide tener una vida sin grietas y sin fisuras.
Tenemos unos medios limitados para hacer de ella una vida "entera", o sea feliz en su totalidad, pero esas grietas, son parte de nuestra historia, y es difícil muchas veces recomponerlas, aunque siempre estamos intentando taparlas.

Casi siempre el miedo a la soledad y al cambio,  nos hace aceptar los momentos fugaces que otros seres nos puedan regalar, sin pensar en aquello que verdaderamente  queremos o necesitamos para ser felices. Una mezcla homogénea de soledad y amor propio forman parte de la reconstrucción, que tenemos que aprovechar para reconstruir ese muro agrietado.

Ciao.

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