lunes, 22 de octubre de 2012
La enseñanza de la Biblia contra el Aborto
La Biblia enseña claramente que el aborto está mal. Esta enseñanza sale a relucir de muchos modos y por muchas razones.
Algunas personas señalan que la palabra "aborto" no aparece en la Biblia, y tienen razón.
Sin embargo, la enseñanza sobre el aborto sí aparece. Este mismo es el caso de otras enseñanzas.
La palabra "Trinidad" no aparece en la Biblia, pero las enseñanzas sobre la Trinidad sí.
En cualquier caso, alguien que quiera negar la enseñanza de la Biblia con respecto al aborto, la negaría aunque la palabra no apareciera en ella.
Miremos algunas de las razones bíblicas por las cuales el aborto, la destrucción directa de un niño en el vientre materno es tan terrible.
1) La Biblia enseña que la vida humana es distinta de los otros tipos de vida, ya que los seres humanos están hechos de acuerdo a la imagen misma de Dios.
Las narraciones de la creación del hombre y la mujer que aparecen en el Génesis (Génesis 1:26-31; 2:4-25) nos dicen lo siguiente: "Y creó Dios al hombre a su imagen. A imagen de Dios lo creó. Macho y hembra los creó." (Génesis 1:27).
La palabra "crear" se utiliza aquí tres veces enfatizando un momento culminante dentro del proceso de Dios, haciendo al mundo y todo lo que éste contiene. Al hombre y a la mujer se les concede "dominio" sobre todo lo demás en el mundo visible.
Ni tan siquiera el pecado original puede quitar de los seres humanos la imagen de Dios. Santiago se refiere a esta imagen, diciendo que debido a ella ni siquiera deberíamos hablar mal los unos de los otros. "Con ella (la lengua) bendecimos a Dios Padre, y con ella maldecimos a los hombres hechos a imagen de Dios...Hermanos, no puede ser así." (Santiago 3:9-11).
¡La imagen de Dios! ¡Esto es lo que significa ser un ser humano! No somos unas simples células que han sido unidas al azar por unas fuerzas impersonales, ajenas a nosotros. Más bien, reflejamos auténticamente a un Dios eterno que nos conocía antes de que fuésemos hechos, y que a propósito nos llamó a la existencia.
En el corazón mismo de la tragedia del aborto, surge de los Salmos la pregunta: Señor, "¿Quién es el hombre para que te acuerdes de él, el hijo de Adán para que de él cuides?...coronándolo de gloria y grandeza; le entregaste la obra de tus manos" (Salmo 8:5-7).
Es ahí en donde está la clave. Dios no sólo nos hizo, sino que nos valora. La Biblia nos habla de un Dios que está locamente enamorado de nosotros, hasta el punto de que se convirtió en uno de nosotros e incluso murió por nosotros, mientras que nosotros le seguíamos ofendiendo (ver Romanos 5:6-8).
Frente a esto, ¿Podemos decir que los seres humanos son desechables, como un carro, que son más los problemas que causa que lo que vale? "Dios no hace basura."
Quien cree en la Biblia, tiene que creer que la vida humana es sagrada, ¡más sagrada de lo que jamás nos habíamos imaginado!
2) La Biblia enseña que los niños son una bendición.
Dios ordenó a nuestros primeros padres: "Sean fecundos y multiplíquense" (Génesis 1: 28).
¿Por qué? Dios mismo es fecundo. El amor siempre desemboca en la vida. Cuando la primera madre trajo al mundo al primer niño, exclamó: "Gracias a Yavé he podido tener un hijo" (Génesis 4:1).
La ayuda del Señor es esencial, ya que Él tiene dominio sobre la vida humana y el origen de ésta. Los padres cooperan con Dios en traer una nueva vida al mundo. Debido a que todo este proceso está bajo el dominio de Dios, es un pecado interrumpirlo.
El profeta Amós condena a los amonitas, "Porque ellos al extender sus dominios abrieron el vientre de las mujeres encintas de Galaad" (Amós 1:13).
"Son los hijos regalo del Señor, es el fruto del vientre premio suyo" (Salmo 127:3).
3) La Biblia enseña que el niño en el vientre es un niño verdaderamente humano, quien tiene incluso una relación con el Señor.
La frase "quedó embarazada y dio a luz" es utilizada en repetidas ocasiones (ver Génesis 4:1,17), y el individuo tiene la misma identidad tanto antes como después del nacimiento. "Pecador desde el seno de mi madre" expresa el salmista arrepentido en Salmo 51:7. La misma palabra es utilizada para el niño antes y después de nacido (Brephos, es decir, "niño," es utilizada en Lucas 1:41 y en Lucas 18:15).
Dios conoce al niño no nacido. "Me tejiste en el seno de mi madre...mis huesos no escapaban a tu vista cuando yo era formado en el secreto" (Salmo 139:13,15). Dios, además, ayuda y llama al niño no nacido. "Me entregaron a Ti apenas nacido, Tú eres mi Dios desde el seno materno" (Salmo 22:11). "Hasta que me llamó por su mucho amor el que me había elegido desde el seno de mi madre" (Gálatas 1:15).
4) La Escritura en repetidas ocasiones condena la matanza de los inocentes.
Esto fluye de todo lo que, hasta el momento, se ha visto. El dedo mismo de Dios escribe sobre piedra el mandamiento "No matarás" (Exodo 20:13; Deuteronomio 5:17) y Cristo lo reafirma (Mateo 19:18 -notar que Él primero menciona este mandamiento). El Libro del Apocalipsis afirma que los asesinos no pueden entrar en el Reino de los Cielos (Apocalipsis 22: 15).
La matanza de niños es condenada por Dios de manera particular a través de los profetas. En la tierra que Dios dió a ocupar a su pueblo, las naciones extranjeras tenían la costumbre de sacrificar en el fuego a algunos de sus niños. Dios dice a Su pueblo que ellos no deben tomar parte en este pecado.
Sin embargo, sí lo hicieron, según lo narra el Salmo 106: "Sino que se mezclaron con ellos y los imitaron...Sacrificaron a sus hijos e hijas a los demonios. Derramaron sangre inocente, la sangre de sus hijos e hijas, que sacrificaron a los ídolos de Canaán; la tierra quedó manchada de sangre" (Salmo 106:35, 37-38).
De hecho, este pecado de sacrificio de niños es mencionado como una de las principales razones por las cuales el Reino de Israel fue destruido por los asirios, y su gente llevada al exilio. "Sacrificaron a sus hijos e hijas por el fuego...entonces Yavé se enojó muchísimo y los arrojó lejos de su presencia" (2 Reyes 17:17-18).
Ni tan siquiera por la "libertad religiosa" puede ser tolerada la matanza de niños.
5) La Biblia enseña que Dios es un Dios de justicia.
Un acto de justicia es uno de intervención a favor de los indefensos, un acto de defensa para aquéllos que son demasiado débiles para defenderse a sí mismos. Al predecir al Mesías, el Salmo 72 dice: "Florecerá en sus días la justicia...pues librará al mendigo que reclame y al pobre que no tiene quién lo ayude" (Salmo 72:7,12). Jesucristo es nuestra justicia (1 Corintios 1:30) porque Él nos rescató del pecado y de la muerte cuando no teníamos a nadie que nos ayudara (ver Romanos 5:6; Efesios 2:45).
Si Dios hace justicia por Su pueblo, espera que éstos hagan justicia los unos por los otros. "Sean compasivos, como es compasivo el Padre de ustedes" (Lucas 6:36). "Vete tú y haz lo mismo" (Lucas 10:37). "Entonces, todo lo que ustedes desearían de los demás, háganlo con ellos" (Mateo 7:12). "Que se amen los unos a los otros" (Juan 15:17).
El aborto es totalmente contrario a estas enseñanzas. Es la justicia trastornada, invertida, puesta al revés. Es la destrucción de los indefensos en lugar de ser su rescate. Si el pueblo de Dios no interviene para salvar a aquéllos cuyas vidas están siendo atacadas, no están ni agradando ni adorándolo a Él.
Dios, a través de Isaías dice: "¿Por qué vienen a profanar mi templo? Déjense de traerme ofrendas inútiles... ¡Ya no soporto más sacrificios y fiestas!... Cuando rezan con las manos extendidas, aparto mis ojos para no verlos; aunque multipliquen sus plegarias, no las escucho, porque hay sangre en sus manos. ¡Lávense y purifíquense!... aprendan a hacer el bien. Busquen la justicia, den sus derechos al oprimido, hagan justicia al huérfano y defiendan a la viuda" (Isaías 1:12-17).
En verdad, aquéllos que dicen adorar a Dios, y apoyan el aborto, están cayendo en la misma contradicción del antiguo pueblo de Dios, y necesitan escuchar el mismo mensaje.
6) Jesucristo prestó una especial atención a los pobres, a los despreciados, y a aquéllos a quienes la sociedad consideraba insignificantes.
El derrumbó las falsas barreras que las personas habían establecido entre sí, y en su lugar, reconoció la igualdad de la dignidad humana en todo individuo, a pesar de lo que la opinión general pudiera decir. En consecuencia, vemos que acoge a los niños, a pesar de los esfuerzos de los apóstoles por mantenerlos alejados (Mateo 19:13-15); a los cobradores de impuestos y a los pecadores, a pesar de las objeciones de los Escribas (Marcos 2:16); a los ciegos, a pesar de las advertencias de la multitud (Mateo 20:29-34); a una mujer extranjera, a pesar de la absoluta sorpresa de los discípulos y de la mujer misma (Juan 4:9,27); a los Gentiles, a pesar del enfado de los judiós (Mateo 21:41-46); a los leprosos, a pesar del aislamiento de éstos del resto de la sociedad (Lucas 17:11-19).
Cuando se trata de la dignidad humana, Cristo borra toda distinción. San Pablo declara: "Ya no hay diferencia entre quién es judío y quién es griego, entre quién es esclavo y quién es hombre libre; no se hace diferencia entre hombre y mujer. Pues todos ustedes son uno sólo en Cristo Jesús" (Gálatas 3:28).
De ese mismo modo, nosotros podemos decir: "No hay ni nacido ni no nacido." El usar esta distinción como base para la valoración de la vida y de la protección que uno merece, no tiene sentido y constituye una ofensa para todo lo que la Escritura enseña. El niño no nacido es el sector más rechazado y discriminado de nuestra sociedad. Cristo mismo de seguro ha de tener un amor especial hacia ellos.
7) La Escritura nos enseña a amar.
San Juan nos dice: "Pues se les enseño desde el principio que se amen los unos a los otros. No imitemos a Caín, que mató a su hermano..." (1 Juan 3:11-12). El amor es el contraste directo de la matanza. Quitarle la vida a otro es romper con el mandamiento del amor. Fallar en ayudar a los que se encuentran en necesidad y en peligro es también fallar, en amar.
Cristo nos enseña ésto, claramente, en la parábola del Buen Samaritano (Lucas 10:25-37), en la historia del hombre rico y Lázaro (Lucas 16:19-31), y en muchos ostros lugares.
Ningún otro grupo de personas se encuentra en mayor peligro que los niños y niñas dentro del vientre materno. "Cuando alguien...viendo a su hermano en apuros le cierra el corazón, ¿cómo permanecerá el amor de Dios en él?" (1 Juan 3:17).
8) La vida es victoriosa sobre la muerte.
Este es uno de los temas más básicos de la Escritura. La victoria de la vida está predicha en la promesa de que la cabeza de la serpiente, a través de quién entró la muerte al mundo, sería aplastada (ver Génesis 3:15).
Isaías prometió: "Y así destruirá para siempre a la Muerte" (Isaías 25:8). En la escena del primer asesinato, la tierra "abrió su boca" para tragarse la sangre de Abel. En la escena de la victoria final de la vida, es la muerte misma la que será "destruida en esta victoria. Muerte, ¿dónde está ahora tu triunfo? ¿dónde está, muerte, tu aguijón?... Por éso démos gracias a Dios, que nos da la victoria por Cristo Jesús nuestro Señor" (1 Corintios 15:54-57).
El aborto es muerte. Cristo vino a vencer a la muerte, y por lo tanto, al aborto. "Yo, en cambio, vine para que tengan vida y sean colmados" (Juan 10:10).
El desenlace final en la batalla a favor de la vida ya ha sido decidido por la Resurrección de Cristo. De nosotros es que depende el difundir esa victoria a cada persona. El movimiento pro-vida se mueve de la victoria que Cristo ganó a plenitud, a esa victoria del día final. "Ya no existirá ni muerte" (Apocalipsis 21: 4). "Amén. Ven, Se or Jesús!" (Apocalipsis 22:20).
P. Frank A. Pavone
Director Nacional
Priests for Life
Ciao.
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