viernes, 18 de enero de 2013

El Estado o los padres de familia ¿Quién tiene el derecho primario de la educación?



Educar se confunde en la actualidad con impartir instrucción, y tal parece que el termino se relaciona inmediatamente con el concepto de nivel educativo que se puede evaluar con exámenes que midan la cantidad de conocimientos con los que cuentan los alumnos de diversos grados, bajo esta óptica podríamos decir que el Estado sería quien tendría el derecho primario de la educación pues los padres en general no tienen la capacidad para transmitir la gran cantidad de conocimientos de que se dispone hoy en día.
Pero si consideramos más completa la definición de educación que nos transmite el Papa Benedicto XVI que nos dice: “Educar es la formación de la persona a fin de capacitarla para vivir en plenitud y aportar su contribución al bien de la comunidad”, tendremos que replantear el asunto.

Vivir en plenitud no puede significar tan sólo tener la cabeza llena de ciencia, sino será preciso saber que es la persona humana en la raíz de la antropología cristiana, a la que se remite Benedicto XVI, donde se encuentra el sentido de la trascendencia.
No sólo el ser humano es un ser abierto constitutivamente a los otros, ha sido creada por Dios, a imagen de Dios.
Esta consideración del hombre como “imagen de Dios”, creado por amor y creado creador, reivindica de manera radical su condición de valor absoluto.
En la actual Declaración Universal de Derechos Humanos, el artículo 26 señala el derecho de los padres a elegir la educación que prefieren para sus hijos, y es más significativo aún el hecho de que los firmantes incluyan este principio entre los básicos que un Estado no puede negar o manipular.
Los padres son quienes pueden desde la cuna ir moldeando el alma, el carácter, los sentimientos de los pequeños de acuerdo a la sensibilidad de cada uno para que puedan llegar a vivir en plenitud, y siendo seres humanos plenos puedan aportar enormes beneficios al bien común.
Desgraciadamente muchos padres de familia han perdido de vista la trascendencia del ser humano, y consideran que el tiempo que se debe consagrar a esta magna obra es de menor valía que las satisfacciones y el dinero que puede dejar una labor profesional, y se menosprecia y critica por a las familias donde la mujer decide ser una madre de tiempo completo, o sea elige la “profesión” de formadora de hombres para consagrarles su vida.
Benedicto XVI habla por vez primera de emergencia educativa en el discurso pronunciado en la inauguración de la Asamblea Diocesana de Roma del año 2007.
Dice el Papa: “en realidad hoy cualquier labor de educación parece cada vez más ardua y precaria. Por eso, se habla de una gran emergencia educativa, de la creciente dificultad que se encuentra para transmitir a las nuevas generaciones los valores fundamentales de la existencia y de un correcto comportamiento, dificultad que existe tanto en la escuela como en la familia, y se puede decir que en todos los demás organismos que tiene finalidades educativas”.
La educación ha perdido la orientación; hay una confusión en cuanto a las finalidades o hay una falta total de ideas.
Palabras como esfuerzo, constancia, obediencia, sacrificio, responsabilidad, autoridad, que fueron claves durante mucho tiempo el edificio de la educación, parecen haber desaparecido del vocabulario del educativo.
Sería muy útil que los jóvenes enraizaran en su corazón la siguiente frase que Anacleto González Flores repetía a sus alumnos “Cumplir siempre con el deber es la sola ilusión que está a salvo del desencanto”.
Los padres de familia deben retomar una reflexión sobre conceptos fundamentales como son la naturaleza humana y su identidad, la dignidad por el simple hecho de ser persona, su racionalidad, autonomía y libertad, su necesidad de amar y ser amado, su trascendencia y referencia a Dios.
El Estado no tendría porque marchar en otra dirección de la que lo harían su ciudadanos, por lo tanto no tendría que confundir como lo ha hecho en la llamada educación laica en una ausencia total de valores y de conceptos que están incluidos en la cultura cristiana de la cual procedemos la mayoría de los estados occidentales.
El problema es que el vacío moral de la educación laica ya se refleja también en el ámbito familiar, donde los padres están más preocupados por el futuro económico de sus hijos que por su formación como personas integrales.
Ya no buscan una escuela que sea continuación de sus valores familiares, sino simplemente que cuente con gran prestigio aunque se enseñen principios contrarios a los que se viven en casa.
Para los cristianos la educación en la fe no debe ser algo complementario, sino primordial.
Por ello me parece que la siguiente reflexión del 29 de mayo del obispo de Cuenca (España), monseñor José María Yanguas, es una reflexión muy clara donde señaló que los padres creyentes tienen el deber y derecho de transmitir y educar a sus hijos en la fe.
En su habitual mensaje semanal el prelado se dirigió a los padres de familia para recordarles que en su misión evangelizadora debe ser prioritaria “la educación de los hijos, en general, y el de la transmisión y educación en la fe, en particular.
“Los padres tienen un derecho original en la educación de los hijos, es un derecho que Dios mismo les concede. Al ser natural, es también inalienable; nadie se los puede arrebatar, aunque ciertas circunstancias puedan hacer que quede recortado o condicionado”.
En ese sentido, aclaró que el Estado tiene una función subsidiaria en la educación, “sólo cuando los padres no pueden cumplir con ese deber, o no pueden hacerlo de manera suficiente, debe entrar el Estado a completar lo que falta a la acción educativa de los padres”.
Asimismo, resaltó que la familia constituye el ambiente más favorable para la educación y desarrollo integral de los hijos.
“Un ambiente en que se vive el amor de cada uno de sus miembros por lo que es y no por el beneficio que reporta; el respeto de la variedad; la solidaridad; la atención preferencial al más débil y la convivencia entre generaciones”, indicó.
Finalmente, manifestó que los padres gozan de la gracia y ayuda de Dios necesaria para el cumplimiento de su misión de educar a sus hijos, “una misión que denominaríamos con toda razón como sagrada, que tiene que ver con la felicidad de cada uno de los miembros de la familia”.
En resumen podemos decir que si bien la tarea educativa es en principio un derecho de los padres y ellos deben ser el factor primordial al decidir sobre la formación que hay que dar a los hijos, la participación del Estado es también fundamental, por lo que no se trata de una competencia, sino de un complemento que se debe desarrollar en perfecta armonía, donde se contemplen todos los factores que son necesarios para el desarrollo pleno de la persona humana.
Pero ese derecho significa que los padres tenemos una responsabilidad trascendental que no podemos esquivar ni relegar en el Estado, en la escuela, o en terceros, es un deber irrenunciable que hay que enfrentar en toda su complejidad y en toda su extensión, por lo que hay que enfocarse mucho en estos tiempos en la educación de los valores humanos y cristianos, pero sobre todo poner en primer plano la educación en la fe y para este punto tal vez los primeros que deberemos de reflexionar sobre la propia vida somos los padres, pues puede que sea necesario que empecemos por hacernos una evaluación de que tanto estamos actualizados en nuestros conocimientos religiosos pero sobre todo en la práctica de los mismos.
Además de educar a los hijos en los valores hay que hacer hincapié en su responsabilidad social, púes el individualismo es uno de los males de nuestro tiempo, y esto se refleja aún en el aspecto religioso, por ello una práctica que posiblemente hemos perdido o no hemos tenido como norma y deberíamos implementar en familia es acudir a la misa de los domingos, que será el apoyo más valioso en nuestra tarea educativa en un doble sentido, nos iluminará a nosotros como responsables de la educación y ayudará a moldear el corazón de los hijos en el amor a Dios, que es el único camino seguro para llegar a la verdadera realización y plenitud de las personas, realizándose de esta manera el fin de la educación.
El Estado debe intervenir en la educación respetando los deseos de los padres de familia sobre la formación integral de sus hijos en base a los valores familiares y sociales sobre los que se ha forjado nuestra sociedad, pero los padres deberán ser siempre por el derecho y en la práctica los primeros educadores.

Jorge Espinosa Cano

Ciao.




No hay comentarios: