sábado, 10 de mayo de 2014

El sufrimiento, ¿Un bien o un mal para el hombre?



Gracias al encuentro entre la fe y la razón, es posible llegar a comprender en cierta medida el sentido del sufrimiento; este no es una fatalidad; no es un castigo; sino que viene del amor y lleva al amo.

El sufrimiento es compañero inseparable de toda existencia humana. Existe el sufrimiento físico del cuerpo, con la experiencia de la enfermedad, del desgaste físico, de la muerte.
Existe el sufrimiento moral del alma, más desgarrador que el físico, causado por la ingratitud, el abandono, la traición, la marginación, el desprecio y aún más por las propias culpas.

Existe el sufrimiento psicológico, que a menudo es el corolario del dolor físico y del dolor moral, y que se manifiesta bajo forma de tristeza, desilusión, pesimismo, desánimo, depresión.

A veces además, estas distintas formas de sufrimiento se sobreponen una a otra hasta transformarse en verdaderos flagelos sociales, como en el caso de las calamidades naturales, las epidemias, las catástrofes, el hambre y la guerra.

¿Qué decir del exterminio de millones de judíos en los lager nazis, de las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki, las limpiezas étnicas, del abuso de millones de niños inocentes?

Todas estas formas de sufrimiento no son otra cosa que aspectos particulares del problema más general del “mal”, que consiste en ser privados de un bien, del cual se debería disponer según el orden normal de las cosas.

Frente a estos dramas, la razón humana no puede dejar de preguntarse: ¿por qué existe el mal, el sufrimiento? Si existe un Dios bueno y omnipotente, ¿por qué no interviene? ¿Dónde estaba Dios en Auschwitz?

El drama del mal, en particular del sufrimiento de los inocentes, es un problema tan antiguo como el hombre. Con él se han confrontado hombres de ciencia y de cultura, filósofos y artistas, no creyentes y creyentes, de todas las creencias, de todas las generaciones y de todas las naciones.

Pero a pesar de los esfuerzos, la razón por sí sola nunca ha logrado ni logra aún encontrar una respuesta satisfactoria, sino que como mucho consigue formular hipótesis y explicaciones insatisfactorias y frágiles.

Y sin embargo, percibimos que lo que de una manera u otra tiene que ver con la vida humana, sin excluir los elementos que nos parecen negativos, deben tener un significado. ¿Cuál ?

No se puede ignorar que, junto y por encima de las respuestas dadas por los pensadores de todo tiempo, existe una Palabra dirigida a la humanidad y contenida en el Evangelio, con la que no podemos dejar de confrontarnos. De hecho, esta Palabra ilumina el misterio de la presencia del mal en el mundo y no duda en afirmar que incluso el dolor, a pesar de cualquier apariencia contraria, tiene un significado, un sentido misterioso pero real.

Ciertamente, para poder disfrutar plenamente de la luz de esta Palabra, es necesario aceptarla con fe; sin embargo, también quien no cree puede encontrar en el Evangelio una ayuda para llegar a dar un sentido al sufrimiento, aunque éste siga siendo un misterio.

Por eso, ninguna persona de buena voluntad puede dejar de sentirse interpelada por el mensaje cristiano de redención del dolor, de la injusticia y de la pobreza.

Lo ha reconocido recientemente un conocido filósofo no creyente, el profesor Salvatore Natoli: “Toda la lógica [evangélica] de la atención a los últimos, el tema de hacerse cargo de los demás, de luchar contra la pobreza, de liberar a la humanidad de las dimensiones más tremendas del dolor [...], el tema cristiano de la redención como tal es interesante y también uno que no cree debe tenerlo en consideración”, pues ayuda a encontrar una respuesta a preguntas que todos nos planteamos: “La atrocidad del mal – que es un tema que atraviesa todas las religiones – ¿puede ser tolerada o es algo de lo que hay que hacerse cargo? Y, también, ¿el mal es un mal inducido por la maldad de los hombres o es un mal natural? Son todas preguntas que apelan a una redención y a una salvación y sobre las que el diálogo [entre creyentes y no creyentes] es necesario” (1).

Dimensione Speranza

Ciao.

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