lunes, 25 de agosto de 2014

Grandes problemas de comunicación moderna



Es el tiempo de la comunicación. Sin embargo, no se da sola. Creer que el número de herramientas disponibles, que el número de medios, que las cosas tienen la capacidad de modificar y mejorar lo humano en semejante grado es una ingenuidad. Indiscutiblemente disponemos de las mejores herramientas conocidas en la historia para llegar a los demás, para hablar, para expresarnos, para trasmitir, para acceder a lo que otros piensan, para tomar el pulso de las sociedades y sus segmentos, para escuchar, para consultar… pero la comunicación no vendrá por sí sola.

Perder las formas. Está claro. No es lo mismo el contenido que las formas. Y deben acompañarse mutuamente. Sin embargo, en aras del contenido perdemos en ocasiones las formas.
Olvidar el contenido. Todo el mundo habla por algo, algunos solo por necesidad de decir y decir cosas, de copar la conversación, de llamar la atención, de impedir que otros hablen. Así de simple, así de trágico. Conversaciones sin contenidos, ruidos en forma de palabras que se mezclan y parecen. Pero también formas vacías que intentan convencer, que buscan la mera aceptación, que dicen lo que es conveniente en el momento sin criterio personal, que no son imputables a nadie, que a nadie pertenecen. Conversaciones aparentes, que confunden.
Que haya mucha gente hablando no quiere decir que tengamos una mejor comunicación. En paralelo, diría que la posibilidad de escribir y escribir que nos dan los ordenadores modernos (herramientas ofimáticas, blogs, webs, redes) no implica que nos hayamos convertido todos en grandes literatos. La comunicación no es cuestión de más y mejores medios, suponiendo que sean mejores, sino que afecta a algo propio de las personas.
No querer escuchar. Reconozco este miedo a hablar por el miedo a escuchar determinadas cosas. ¿Cómo empezar una conversación en la que no sabemos la respuesta? Por ejemplo, a la hora de pedir perdón o reconocer un equívoco. Estoy absolutamente convencido de que la gran barrera para pedir perdón es la reacción del otro, no tanto el arrepentimiento personal, que puede darse.
Equiparar fácilmente leer con comprender, sin más. Hace falta escuchar lo que se dice, más allá de las letras, más allá de los 140 caracteres. Podemos compartir un vocabulario y una gramática común, pero las palabras tienen una vida más contextual y pragmática de lo que nos imaginamos. En ocasiones no atendemos suficientemente al lugar desde donde habla la otra persona, no empatizamos con ella, no somos capaces de ir más allá de lo que dice.
No prestar suficiente atención a los propios prejuicios, siempre existentes, y a las propias opciones. Las decisiones personales y nuestra forma de vida atan qué se puede decir, qué es mejor decir. Algunos, por cierto, suelen ser especialmente sensibles a los prejuicios de los demás sin atender los propios.
No cuidar suficientemente las propias palabras, que pueden herir sensibilidades cuando son dichas sin más, que pueden ser motivo de alejamiento más incluso que la propia imagen, que resultan escasas en tantas ocasiones para hablar de lo más profundo.
Las reducciones sociales, refugios del pensamiento único y compartido. Juntarme con amiguetes para charlar de lo propio. Creer que tengo abierta una puerta abierta al universo y tener sólo una ventana, de reducidas dimensiones, apuntando en exclusivamente en una dirección. Como si desde el lugar en el que estoy cómodamente sentado se viese solo el mar e inferir de ahí quea que estoy en una isla rodeado. ¿Puede existir una montaña cerca sin verla? ¡Claramente!
Los que llegan con todo fácil, queriendo solucionar en un abrir y cerrar de ojos los grandes problemas de la historia de la humanidad, los esclavos del tiempo breve que son los que menos aprovechan las oportunidades que tienen cerca. Van de un lado a otro, mariposeando sin consolidar. Solucionan de un plumazo temas delicados, envenenan el mundo con su simplicidad y mediocridad. Por cierto, los extremos se tocan enfermamente. También están los que todo lo complican, mezclan, envuelven, retuercen. Corazones torcidos, no simples.
Y más.

Hoy es noticia, casi única, la abdicación del rey. Histórica sin duda. Ha ocupado todos los medios, cada cual acude a sus fuentes, lee lo que quiere.

http://joseferjuan.wordpress.com/

Ciao.

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