sábado, 13 de septiembre de 2014

La prioridad de Dios en nuestra vida



La existencia humana no encuentra su completo equilibrio y su belleza más que si tiene a Dios por centro.
La fidelidad a la oración permite garantizar, de manera concreta y efectiva, esta primacía de Dios. Sin esta fidelidad, la prioridad otorgada a Dios corre el riesgo de no ser más que una buena intención, es decir, una ilusión.
El que no ora, de un modo sutil pero cierto, pondrá su “ego” en el centro de la vida, y no la presencia viva de Dios. Se dispersará en multitud de deseos, solicitaciones, temores. Por el contrario, quien ora, aunque tenga que enfrentarse a la carga del ego, a las tendencias de repliegue sobre sí mismo y al egoísmo que nos afectan a todos, reaccionará saliendo de sí y volviendo a centrarse en Dios, permitiéndole que poco a poco ocupe (o recupere) el lugar que le corresponde en su vida, el primero. Encontrará así la unidad y la coherencia de su vida. “El que no recoge conmigo, desparrama”, dijo Jesús (Lc 11, 23).
Cuando Dios está en el centro, todo encuentra el lugar que le corresponde.
La oración nos enseña a enraizarnos en Dios, a permanecer en su amor (Cfr. Jn 15, 9), a encontrar en él fuerza y seguridad, y nos permite también convertirnos en un apoyo firme para los demás.
Añadamos que Dios es la única fuente de energía inagotable. Por la oración, “aunque nuestro hombre exterior se vaya desmoronando, nuestro hombre interior se va renovando día a día”, por decirlo con palabras de san Pablo (2Cor 4, 16).
Recordemos también al profeta Isaías: “Se cansan los muchachos, se fatigan, los jóvenes tropiezan y vacilan; pero los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, echan alas como las águilas, corren y no se fatigan, caminan y no se cansan” (Is 40, 30).
Por supuesto, tendremos en nuestra vida tiempos de prueba y de cansancio, porque es necesario que experimentemos nuestra fragilidad, que nos sepamos pobre y pequeños. Sin embargo, sigue siendo cierto que Dios sabrá darnos en la oración la energía que precisamos para servirle y amarle, e incluso a veces las fuerzas físicas.

Monasterio Santa María De Las Escalonias

Ciao.


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