jueves, 11 de septiembre de 2014

Los obstáculos transformados en medios



Las tentaciones, distracciones, dificultades internas y externas que hasta ahora he considerado como
un obstáculo, serán de ahora en adelante un medio de elevación.
Hasta ahora todo esto me ha detenido; pero de ahora en adelante todo esto me servirá como trampolín para elevarme hacia Dios alejándome de las criaturas. No veré en ello nada más que una invitación apremiante a unirme más a Dios por medio de un acto de fe, de confianza, de amor y de abandono.
Estas experiencias dolorosas se transformarán en gracia, por que me forzarán a salir de mí mismo para vivir sólo en Dios.
Si hasta ahora el afán y la preocupación han dominado mi vida, ahora viviré en un espíritu de confianza y de abandono.
Otras veces nada me ha turbado más que mis caídas y mis debilidades; de ahora en adelante me gloriaré de ellas: “Con sumo gusto me gloriaré de mis debilidades, para que habite en mí la fuerza de Cristo” (2 Co 12,9).
Me serviré de ellas para hacer vivir en mí a Cristo. Y siempre por medio del habitual sistema: Consolidando el contacto con Dios por medio de la fe, de la esperanza, de la caridad a costa del ser natural. Cristo tiene que crecer y yo desaparecer: "Es preciso que Él crezca y que yo disminuya" (Jn 3, 30). Y Él crecerá en la medida en que yo desaparezca.
Poco a poco dominaré así los acontecimientos; y todos mis adversarios de otro tiempo me ayudarán en el futuro a acercarme a mi ideal. Pondré cada vez más mis facultades y todo mi ser a disposición de Dios; su voz hablará cada vez más claramente en mí.
De este modo espero que un día se realizará, por una gracia indecible, la fusión de mi alma con Dios, “Anima mea liquefacta est” (Ct 5,6).
No descansaré hasta alcanzar esta meta y me esforzaré por no olvidarla nunca. Cada momento perdido será reparado por un aumento de fervor.
La fe se fortalecerá, la esperanza se hará más segura, la caridad más ardiente.

Un monje

Ciao.

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