jueves, 6 de noviembre de 2014

Decálogo para una buena Primera Comunión



Ya hemos empezado el curso y con él las Catequesis en las Parroquias y colegios. Muchos de vosotros tendréis hijos que harán la Primera Comunión este año y seguro de que ya estáis pensando en cómo será la fiesta de vuestros hijos.
Pero en estos tiempos en que todo se celebra por todo lo alto, hay muchas personas que dan más importancia a la fiesta que se celebrará después, que al Sacramento que van a recibir sus hijos.
Recuerdo en mis tiempos, en que la Primera Comunión se celebraba en familia, con un desayuno y nada más.
Ahora, el desmadre ha sido tan grande, que he conocido familias (he sido catequista muchos años), que su única preocupación no era si el niño o niña estaban bien preparados para recibir el Sacramento, sino en lo que iban a comer en la fiesta y lo que es peor, en cómo lo iban a pagar.
Yo me quedaba alucinando, y cuando les intentaba decir que eso no era lo más importante, siempre me salían como la misma pregunta¿ ¿Lourdes, como no le vamos a dar una gran fiesta y no vamos a invitar a nuestros amigos y vecinos? Total, que mi sensación era como la de predicar en el desierto.
Buscando por Internet, he encontrado este decálogo de un amigo sacerdote navarro, Javier Leoz, que nos indica en un decálogo, como preparar a nuestros hijos para que el día de su Primera Comunión, sea para ellos un día tan especial, que nunca lo olviden.
Espero que os guste. A mi me ha encantado, aunque tengo que confesar que esta época, me pilla ya un poco lejana por la edad de mis hijos.

1. Háblale a tu hijo/a del gran regalo de la fe y, sobre todo, de Jesús como centro y razón de nuestra vida cristiana. Si hablas de los obsequios materiales, estarás eclipsando el sentido más grande de ese día. Y, no olvidéis, que los regalos propios de una primera comunión (los que duran toda la vida) son: la cruz, el rosario, una medalla o una Biblia. ¡Esta cruz me la regaló mi madre, mi padre…en mi Primera Comunión!

2. Acompáñale con tu testimonio de fe. Unos padres que rezan juntos, que bendicen la mesa, que recuerdan las oraciones de aquellos días en que fueron pequeños, son el mejor catecismo para un/a niño/a.

3. La Misa del Domingo es imprescindible para entender y comprender el sentido de la Primera Comunión. Comulgar, sin ir a misa, es como ir a París y no ver la Torre Eiffel.
La Primera Comunión no es un fin sino un medio para llegar más aún a identificarnos con Cristo.

4. Lo importante nunca ha de ser esencial y, lo esencial, si que ha de ser siempre importante. De la Primera Comunión sobra la ostentación y es imprescindible la sobriedad. Lo superficial ensombrece, y con mucho, el brillo de los grandes momentos.

5. En un mundo individualista, la Primera Comunión, sirve para renovar y acentuar los lazos de la familia. En la fiesta cristiana convergen muchos aspectos: sincero diálogo, recuerdo de las horas grandes y mesa que se comparte. Pero no olvidemos que, no por llenar demasiado una mesa, es colosal un banquete.

6. La oración (como diría Santa Teresa de Jesús “estar con Aquel que tanto se ama”) es un vehículo hacia el conocimiento de Dios, de Jesús, del Espíritu o de la Virgen María. Un/a comulgante ha de llegar a la Primera Comunión sabiendo hablar con el lenguaje de la oración.

7. El Padrenuestro, el Ave María, el Credo, la Salve, el Gloria son oraciones que nos dan la clave de nuestra sensibilidad hacia Dios, la Virgen o la Iglesia. Un conductor, en plena autopista, domina la señalización para saber por dónde ir. Un cristiano, ante la comunión, ha de conocer unos mínimos que le ayuden a mantenerse en camino.

8. La catequesis no es ninguna “exigencia u obligación para” sino una oportunidad para ser conscientes de lo qué se va a celebrar. ¿Es exigencia comer o beber? La catequesis nos alimenta y nos nutre de conceptos y, sobre todo, nos hace tomar conciencia de lo que decimos creer.

9. Un reto de la Nueva Evangelización es que, aquello que pretendemos (dar a conocer a Cristo) sea un caldo de cultivo en las familias. Si la familia falla, de nada sirven las catequesis, ni los catequistas ni el esfuerzo del sacerdote más creativo y trabajador. La familia ha de volver a ser la base de la vida cristiana.

10. No olvidéis que, los preparativos de la Primera Comunión, no os han de traer de cabeza con elementos secundarios. Por el contrario; lo que os ha de conquistar el corazón es el saber que, en ese día, el Señor entra en el sagrario del corazón de vuestros hijos. No olvidaremos, además, que la entrada de Cristo en nuestros hogares nos invita, además, a no olvidar los “otros cristos” sufrientes del mundo.
Que la Primera Comunión, lejos de ser un acto social, lo convirtamos en una oportunidad para renovar la vida cristiana de nuestras familias. Los niños, qué duda cabe, son una ventana abierta por la cual podemos divisar –de nuevo- aquellas sensaciones divinas que las dificultades, la secularización, el materialismo o la pereza hicieron estragos con ellas.

¿Lo intentamos?

Javier Leoz Ventura

Ciao.




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