martes, 24 de febrero de 2015

Depresión vital



“La felicidad puede ser más el producto de una decisión que de un sentimiento”.
Es fácil criticar a las personas deprimidas cuando uno se encuentra en plena forma, o al menos no presenta los síntomas propios de esta enfermedad, donde destaca una tristeza inconsolable.
Los estudios hechos públicos esta semana indican que en España hay cerca de dos millones de personas que la padecen, ellas más que ellos (tres de cada cuatro son mujeres), y la previsión hacia el futuro, como relataba LAS PROVINCIAS, resulta poco optimista:
“En la actualidad es el tercer motivo de discapacidad y las proyecciones epidemiológicas calculan que será el primero en quince años”. 
En otras palabras, en breve no habrá nada más incapacitante que esta oscura (por lo incomprendida en lo social y en lo científico) enfermedad.
Sé que los fármacos de última generación son una gran ayuda, y que los médicos se quejan con razón de la falta de adherencia al tratamiento de muchos pacientes, lo que justificaría la permanencia del trastorno, así como también reclaman (y con razón) que deje de verse esta enfermedad como algo propio de personas débiles, lo cual es no solo falso, sino profundamente injusto.
Pero a pesar de todo esto, creo que es necesario ir un paso más allá, y preguntarse si se puede hacer algo para prevenir esta epidemia que nos viene, si hay posibilidad de realizar una campaña de higiene mental que fortalezca al individuo cuando recibe el embate de los síntomas de tristeza y pérdida de alegría vital.
No voy a frivolizar en este asunto, pero no es aventurado decir que el cerebro responde, tanto en sus experiencias de plenitud como de desconsuelo, a complejas estimulaciones de origen externo, pero también nacidas de la psicología y de la interpretación del mundo, además de, cómo no, a procesos del interior del organismo.
De lo anterior se sigue que, con nuestras decisiones y actos, podemos adoptar un cierto estilo de vida que puede dificultar la aparición de la depresión.
La elección valiente; tomar la responsabilidad en nuestras manos; la inacabable tarea de responder cada día a loa interrogantes que nos presenta la vida, algunos difíciles y complejos, otros cotidianos; todo lo anterior suma en el resultado final de cómo nos sentimos con nosotros mismos al final de cada día.
Tres mil suicidios cada año en España tienen su deuda grave con la depresión. Nada hay que mate más en nuestra sociedad.
¿Hasta qué punto nuestra conversión en seres que dedican gran parte de su tiempo a ver cosas, y mucho menos a hacer, guarda una relación con este azote?
El cerebro puede hacernos malas pasadas, pero fortalecerlo con una vida definida por un propósito y convertirnos en agentes activos de este lo protegerá frente a situaciones de estrés y dolor.
La felicidad puede ser más el producto de una decisión que de un sentimiento.

Vicente Garrido

Ciao.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Sobre todo, interesa saber y reconocer que se está enfermo.