sábado, 28 de febrero de 2015

¿Por qué nos cuesta tanto rezar?



Todos tenemos dificultades para rezar, para hablar con Dios en la intimidad.
Estas dificultades pueden tener diversas causas: Una sociedad secularizada que intenta, una y otra vez, convencernos de que Dios no es más que una entelequia ajena al hombre "práctico".
Nuestra percepción de Dios, que no se ajusta a su verdadera entidad o simplemente las limitaciones humanas.
Rezar es a la vez fácil porque es Dios que tiene la iniciativa y se trata simplemente de ponernos en sus manos pero también puede ser difícil porque estamos excesivamente centrados en nosotros mismos y ello nos impide abrirnos a Dios y a los demás.
A veces pensamos que la vida en la ciudad con sus ruidos, sus preocupaciones y prisas no es un lugar apropiado para levantar nuestra mirada al Señor. Sin embargo la ciudad, sus gentes, sus gozos y sus esperanzas nos pueden acercar al corazón de un Dios que vive en ella.
La oración es parte esencial de nuestra vida cristiana, pero en nuestra vida cotidiana nos cuesta rezar:
1. Por falta de tiempo.
2. Por poca motivación real.
3. Porque pensamos en la oración como algo engorroso.
4. Porque no la consideramos necesaria para nuestra vida.
5. Porque no sabemos cómo hacerlo.
6. Porque nos da vergüenza de que nos vean rezar...

Es cierto que vivimos en un mundo acelerado, ruidoso y secular, pero la oración es necesaria, tanto como la conversación como un amigo o como el diálogo de unos padres con sus hijos...
Sin esa relación con otros, estamos"incompletos".Necesitamos hablar y que nos hablen.
Tengo muy claro, creo, que la oración es lugar y tiempo de encuentro con el Señor. Así lo experimento y así lo experimentan tantos cuantos rezan.
A pesar de las dificultades que podamos encontrar fuera o dentro de nosotros, sigo creyendo que la oración es encuentro y relación con Dios vivo que se acerca con amor a mi vida, que abre una brecha en mi corazón y lo va trasformando.
La ciudad, con sus humos, su tráfico, sus tensiones, su progreso técnico, su masificación y sus gentes es lugar para rezar. En ella se vive la relación humana junto a la aridez y la lucha, el bullicio y el desierto. Es lugar de encuentro con los que percibo como amigos, a veces, como competidores, vecinos, compañeros de trabajo...
La vida cotidiana es un lugar de revelación o por el contrario ser un lugar de opacidad de Dios y de la persona. Todo ello depende de nuestra mirada creyente.
Convencida de que en ese entramado de relaciones Dios está presente en las personas y en los acontecimientos, inspira nuestro camino y nos muestra el rostro vivo de Jesús.
Por eso, argumentar que carezcemos de tiempo para rezar no es más que una excusa con la que intentamos acallar esa desafección para con Quien tanto nos ama.
No podemos olvidar dos citas de Santa Teresa:

- "Dios anda entre los pucheros" (es decir en todo lo que hago).

- "No es otra cosa oración mental, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama" (nadie, nunca, nos amará como Dios lo hace).

Ciao.

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