jueves, 12 de febrero de 2015
Ser libres
Si queremos ser completamente libres, comencemos a negar nuestra voluntad propia, y de esta manera, poco a poco, llegaremos con la ayuda de Dios a despojarnos verdaderamente.
Nada hay tan provechoso para el hombre como el negar su voluntad propia. Por este camino progresamos más allá de toda virtud.
El que anda por esta vía de la negación de la voluntad propia se asemeja al viajante que encuentra un atajo por el cual se ahorra gran parte del camino. Ello se debe a que negando nuestra voluntad alcanzamos el desapego de las cosas, y por este desapego, con el auxilio de Dios, llegaremos a la impasibilidad.
Por este medio es posible llegar en un breve espacio de tiempo a negar diez inclinaciones de nuestra voluntad.
Y este es el modo: Un hermano se encuentra dando vuelta y ve alguna cosa. Su pensamiento le dice: "Mírala", pero él responde: "No, no miraré". Niega su voluntad y no mira. Después se encuentra con unos hermanos que están hablando y su pensamiento le sugiere: "Tú también puedes decir algo". Pero niega su voluntad y no habla. Pero le viene otro pensamiento que le dice: "Ve a ver al cocinero y pregúntale qué está preparando". Pero no va sino que niega su voluntad. Luego, por azar, ve un objeto y le interesa saber quién lo ha traído. Niega su voluntad y no pregunta.
De esta manera, por las sucesivas negaciones de su voluntad va adquiriendo un hábito, y de las pequeñas cosas pasa a negarse en las grandes con gran tranquilidad. De esta manera llega a no tener más voluntad propia. Cualquier cosa le agrada, como si viniese de su propia voluntad. Y de esta manera, no queriendo en nada hacer su voluntad, encuentra que la hace en todas las cosas. Todo lo que le sucede y que no depende de él le resulta provechoso.
De este modo se encuentra sin ningún apego y por ese despojamiento, como ya he dicho, llega a la impasibilidad.
San Doroteo de Gaza
Ciao.
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