martes, 21 de abril de 2015

Cristianos perseguidos: No estáis solos, #WeAreN2015


Durante en fin de semana pasado, se ha producido en Madrid y organizado por Hazte Oír y Más Libres, el Congreso sobre "Los Cristianos Perseguidos" en  Oriente "Todos somos Nazarenos". 
Se Inauguraba el Congreso el viernes 20 de abril con la intervención de Ignacio Arsuaga, presidente de Hazte Oír, dando la bienvenida a todos los asistentes.
Aquí os dejo el fantástico discurso de Ignacio para que conozcamos de primera mano las atrocidades que se están cometiendo contra los cristianos, y para que nos haga reaccionar ante tanta injusticia.

Excelentísma sra. alcaldesa,

Excelentísima sra. Defensora del Pueblo

Su Beatitud Ignacio José, Patriarca de Antioquía

Excelentísimos y Reverendísimos señores obispos,

Queridos asistentes al Congreso “Todos somos nazarenos”…

A menudo me pregunto si en Occidente no habremos perdido nuestra capacidad de compasión.

Vivimos en una sociedad civilizada que presume de ser solidaria, tolerante, sensible a los problemas que provocan las desigualdades sociales, las injusticias contra los más débiles y desfavorecidos, las violaciones de los derechos humanos.

Y sin embargo, estas mismas sociedades civilizadas de Occidente no se mueven ni se conmueven por la trágica situación que están atravesando los cristianos, cruelmente perseguidos por su fe en países como Irak, Siria, Nigeria, Kenia, Egipto…

En muchos otros lugares, como Pakistán, los cristianos no pueden profesar abiertamente su credo. Son detenidos al amparo de leyes injustas, torturados para que abjuren en público de su fe y, si no lo hacen, finalmente, ejecutados.

La repercusión que tienen en Europa estas violaciones de los derechos humanos más elementales es prácticamente nula.

Aquí, en Occidente, somos capaces de llorar con una película que cuenta el genocidio llevado a cabo por los nazis hace 70 años y, sin embargo, permanecer impasibles ante este otro genocidio que se está perpetrando en la actualidad, ante nuestros ojos. Un genocidio que podemos vivir a tiempo real, gracias a los medios de comunicación y a la inmediatez de internet y las redes sociales.

Los mártires de hoy están siendo pública y salvajemente asesinados, decapitados, crucificados, quemados vivos, lapidados, arrojados al vacío. Sus cuerpos inertes expuestos como trofeos, vejados más allá de lo concebible.

Niños, ancianos, mujeres, adolescentes, separados de sus seres queridos y haciendas; llevados al matadero en camiones, como ganado.

Han arrasado sus vidas. Los han despojado de toda dignidad. Y sin embargo, siguen fieles a Cristo hasta las últimas consecuencias.

Mientras, en Occidente, guardamos silencio. Un cobarde y cómplice silencio.

Nuestras sociedades opulentas sólo reaccionan si la brutalidad del terrorismo yihadista se produce dentro de casa. Entonces…. salimos a la calle consternados, en estado de shock, a poner velitas y a compartir en las redes sociales pancartas en solidaridad con los muertos: “Je suis Charlie”.

Quiero creer que no es éste el grado más alto que alcanza nuestra compasión, aunque a veces cuesta convencerse de lo contrario.

Los recientes atentados de París pusieron de manifiesto la gran hipocresía del mundo occidental.

Un mundo occidental que se estremece cuando el terrorismo más brutal actúa dentro de sus fronteras, pero que permanece mudo e impasible cuando los muertos son “otros”.

Si algo ha quedado claro con el auge del fenómeno yihadista es que para los países más desarrollados del mundo hay muertos de primera y de segunda.

Los 12 asesinados del Charlie Hebdo valen más que los 21 egipcios coptos decapitados en las playas de Libia; más que los 148 jóvenes cristianos masacrados en la universidad kenianta de Garissa; más que los miles de inocentes que Boko Haram sigue aniquilando en las aldeas y ciudades al norte de Nigeria; mucho más que las víctimas de los atrocidades del Estado Islámico o de Al Qaeda en Siria e Irak.

Pero no nos engañemos. No es sólo una cuestión de distancia geográfica la que marca la diferencia entre los muertos de primera y de segunda categoría. Hay un adjetivo que une a todas estas víctimas y que, en Occidente, no es políticamente correcto resaltar: la fe cristiana de todas ellas.

Cuando comenzaron a llegarnos las terribles noticias de las matanzas en Siria e Irak, muchos medios de comunicación occidentales ocultaron deliberadamente que las víctimas eran, fundamentalmente, cristianos.

Aún hoy, después de tanta sangre derramada, pocos medios destacan el hecho de que el yihadismo tiene un propósito global que ha empezado a gestarse en Oriente Próximo: erradicar todo vestigio del cristianismo de la faz de la tierra.

Hace pocas semanas, un periódico australiano responsabilizaba a los cristianos de Nigeria de uno de los últimos sangrientos ataques de Boko Haram.

En España, un diputado socialista aseguraba que lo sucedido en Garissa no era un crimen contra los cristianos, sino consecuencia de una guerra de religiones en Kenia, situando a los estudiantes cristianos indefensos en el mismo plano que a sus verdugos.

Son ejemplos aislados de un denominador común que se repite sistemáticamente en este Occidente dominado por el laicismo, el relativismo y la equidistancia moral: en el esquema de los nuevos valores y de la corrección política, los cristianos no pueden aparecer como víctimas.

Si la sociedad occidental no reacciona, si algunos medios de comunicación pervierten la información en aras de lo políticamente correcto, ¿por qué iban los gobiernos a actuar con diligencia?

¿No son acaso reflejo de la sociedad que les ha dado el voto, representantes de unos ciudadanos desmovilizados e indiferentes ante el drama humano de miles de personas atrozmente asesinadas, torturadas y humilladas?

La respuesta de los gobiernos occidentales al horror yihadista ha estado en consonancia con nivel ético y moral de las sociedades que representan: una respuesta imprecisa en las formas, ambigua en el contenido, tardía en el tiempo y muy poco eficaz.

A pesar de las reiteradas llamadas de auxilio de las organizaciones humanitarias, de los obispos y líderes religiosos, de los observadores independientes, el compromiso internacional se ha reducido a discursos grandilocuentes cuyo efecto real sobre el terreno ha sido prácticamente nulo.

No podemos estar orgullosos de la respuesta de Occidente. No lo estamos en absoluto de la pasividad del Gobierno español, que muchas veces se escuda en instituciones internacionales o en la reglamentación de la UE para adoptar un perfil bajo y pasivo cuando es necesario echar el resto en defensa de los derechos humanos de los cristianos perseguidos.

Los cristianos de Siria, de Irak, de Nigeria, de Egipto, y de tantas otras partes del mundo tienen, tenéis, una legítima sensación de total abandono.

Tenéis, motivos suficientes para creer que la comunidad internacional os ha dado la espalda.

Vuestro grito de socorro esperaba sin duda mucho más de este Occidente que representa el mayor estadio de civilización conocido en la historia de la Humanidad.

Los valores elevados que inspiran nuestras Constituciones y acuerdos supranacionales, que son garantía de libertad, justicia y respeto de los derechos humanos, no han estado a la altura de la gravísima crisis humanitaria que está provocando el empuje del fanatismo islamista.

Pues bien, desde unas humildes organizaciones ciudadanas, como HazteOir.org, Más Libres y CitizenGO, hemos querido hacer frente a tanto silencio para deciros abiertamente, desde el corazón, que no estáis solos.

No estáis solos… porque hay muchos ciudadanos en Occidente horrorizados, preocupados y comprometidos con vuestro destino, que es también el nuestro.

Desde luego los hay en España y en otros países. Y por supuesto los hay en las organizaciones que he mencionado, y en cuyo nombre hablo ahora.

Queremos deciros que desde aquí trabajamos y trabajaremos día a día, incansablemente, por dar a conocer vuestro sufrimiento, vuestro dolor, y vuestra necesidad de socorro.

También por promover acciones internacionales que pongan freno a la barbarie del extremismo islamista que amenaza vuestras vidas, la seguridad de vuestros seres queridos y hasta la misma supervivencia de vuestra cultura.

Como ciudadanos comprometidos, hemos querido dejar de esperar que otros den el paso y preguntarnos qué podemos hacer nosotros para cambiar la situación.

El resultado es el Congreso Internacional Todos Somos Nazarenos #WeAreN2015 que hoy felizmente ve la luz.

Con él, asumimos la responsabilidad de concienciar a la opinión pública occidental de la gran tragedia humana y de civilización que viven los cristianos en zonas bajo el yugo yihadista.

Somos conscientes de que sin concienciación ciudadana no hay movilización, y sin movilización, nuestros gobernantes no serán sensibles ni darán respuesta urgente a la gravísima situación que estáis padeciendo.

Por este motivo, queremos que este Congreso sea una oportunidad única para que el mundo escuche a los verdaderos protagonistas de la persecución.

A las víctimas directas del derramamiento de sangre.
A los que son testigos de las atrocidades y pueden contar a Occidente en primera persona todo el drama, el dolor y el sufrimiento que han vivido nuestros hermanos cristianos.
A los que se juegan la vida a diario por mantener en pie los restos de una cultura milenaria que agoniza.
Confiamos en que su testimonio, vuestro testimonio, no caerá en saco roto.

Los medios de comunicación, que tan buena acogida han prestado al Congreso, tienen una enorme responsabilidad en la difusión de vuestro mensaje para que la sociedad despierte, comprenda y reaccione.

Estamos convencidos de que los gobiernos se implicarán en esta batalla contra el yihadismo cuando sientan la presión de los ciudadanos.

Sólo entonces dejarán de ser cómplices silenciosos del exterminio.

Por último, quiero manifestar que no se trata sólo de socorrer a los que sufren la persecución.

Se trata también de honrar el sacrificio de los mártires. Este empeño es más que una necesidad, es un deber moral.

Si Occidente deja en el olvido este genocidio, el mal habrá vencido y el sacrificio de tantos inocentes habrá sido en vano.

Este Congreso quiere que sintáis el calor, el respeto y la admiración de cuantos con tanta ilusión lo hemos preparado, y de los que han querido venir, con el ánimo sobrecogido, a escuchar vuestro testimonio.

Proceden de diferentes partes de España, de Europa y del mundo.

Con la ayuda de Dios y el poder infinito de la oración, confío en que podamos cumplir nuestro objetivo: concienciar a la sociedad, movilizar a los gobiernos, y hallar una fórmula duradera que ayude a vencer el odio, cerrar heridas y devolver la paz y la prosperidad a estas regiones…

Que los cristianos puedan retomar sus vidas en libertad en el punto en que quedaron suspendidas por el azote de la sinrazón yihadista.

Muchas gracias.

Ciao.

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