sábado, 30 de mayo de 2015

¿Cómo usamos los talentos que nos han dado? (2/2)



Jesús, en la parábola de los talentos, habla de algo mucho más profundo que no llegamos a comprender fácilmente. Jesús no habla de números, los usa para sorprendernos, para sacarnos de nuestra mezquina mentalidad, para ensanchar nuestro corazón y nuestra vida. Porque habla de confianza; de nuestra confianza en Él.
Dios nos deja encargados de sus bienes y confía en nosotros. Nos entrega todo lo suyo, todo lo que Él es, sin reservarse nada, y confía en nosotros.
Además, diríamos, no sabe de números: No cuenta lo que da, ni lo que recibe.
Él se nos ha dado por completo y espera que cada uno de nosotros, con nuestras posibilidades, nos demos a Él también por completo. El Señor mira nuestra actitud, no nuestros logros. Lo que le importa es que tengamos una actitud de entrega y trabajo, de generosidad y apertura, de riesgo y audacia para llegar a los demás y tenderles nuestra mano misericordiosa.
Es este acto de amor, de buscar a los demás para servirles, lo vale una vida entera. Donde una vida entera de pecado se olvida por un segundo de perdón. Porque el amor de Dios es un amor sin medida, y sin medida quiere que lo demos.
Por eso, nos sorprende y nos rompe los esquemas, que Dios haga exactamente lo mismo con el que tenía cinco denarios y le devolvió diez, que con el que tenía dos y le devolvió cuatro. Dios no premia por nuestros merecimientos, sino por nuestro amor. Dios da por amor y pide por amor, por eso solo mira nuestro corazón; para conocer qué nos mueve a actuar en nuestra vida.
Dios, que lo llena todo, que siempre se desborda en sus dones, que nos llena con su alegría, que nos mira con infinito amor, nos da aquellos talentos que son los mejores para avanzar en nuestro camino; Él los eligió al crearnos.
Es por ello que, cuando arriesgamos lo nuestro y lo compartimos, nos regalamos a nosotros mismos.
Porque, aunque parece contradictorio, cuando nos despojamos de lo nuestro nos multiplicamos; multiplicamos los talentos que Dios nos dio. Por el contrario, si escondemos y guardamos nuestros dones, si no damos lo que tenemos, nos cerramos en nuestro egoísmo y nuestro miedo: no confiamos en el Señor; estamos muertos a la esperanza, vivimos sin fe.
Quizás, el que recibió un solo talento y lo guardó, temeroso de perderlo y envidiando los talentos de los demás, deseándolos, vivió sin saber que el suyo merecía la pena que, quizás, el suyo era más valioso que los otros; pero su envidia y su miedo le impidieron hacer uso de él.
Dios nos da mucho, pero necesita nuestra colaboración. Jesús, en esta parábola, habla de la confianza de Dios, que nos da sus bienes para utilizarlos en esta tierra, en esta vida. Habla de los dones que ha puesto en nosotros al crearnos, de nuestras cualidades y capacidades como personas. De cómo necesita que dediquemos nuestra vida para reconocerlos y entregarlos, gastándolos en los otros sin envidia, por amor, con misericordia.
Dios nos pide que seamos fieles. No nos que tengamos éxito, ni que seamos fecundos. Él se encargará de hacer germinar la semilla que sembremos. Nosotros, simplemente, hemos de ponernos a trabajar con los talentos que tenemos. Y, si creemos que no tenemos talentos apreciables, pongámonos en marcha; y descubriremos que somos mucho más valiosos que por lo que nos teníamos. Porque los dones de Dios, los talentos, solo se manifiestan en la acción, tanto en el fracaso como en el éxito, se fortalecen con el uso y se desarrollan antes las dificultades.
Especialmente si los engrasamos con un producto único: Con amor.

(AB. Meditaciones)

Ciao.

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