domingo, 5 de julio de 2015
La motivación del servicio a Dios
Todos tenemos la posibilidad de servir al Señor, porque todos somos invitados por nuestro Dios amoroso a compartir su vida con los demás.
Esta invitación a servirlo, Dios lo ha hecho a todos sus hijos, a toda la humanidad. Pero la respuesta no la recibe de igual manera sino de unos pocos que se animan.
Pero hay veces que los que se animan a responder al Señor, por un motivo o por otro, empiezan a competir con Dios, a robarle su gloria, a atribuirse poderes y dones, a transmitir más de su persona que de Dios mismo y generan malestar y rechazo del resto.
¿Por qué sucede esto?
Es la pregunta que muchas veces nos hacemos.
¿Qué es lo que le provoca al ser humano tomar esta postura? La respuesta es simple. Jesús dijo que, en primer lugar, quien quiera seguirlo debía renunciar a sí mismo.
Primerísima condición que nos expresa Jesús, una renuncia al YO dominante. Una renuncia a nuestros planes, opiniones, posturas, una renuncia al ego, a la soberbia, al orgullo, a la competencia. Eso se traduce en adquirir un crecimiento especial en la virtud de la humildad, como el MAESTRO.
El ego produce competencia, produce un querer desmedido de gratitud, de que se lo tenga en cuenta, de ser servido antes que servir. Muy por el contrario, la humildad comprende totalmente el mensaje de Cristo.
Entonces, el que quiere servir al Señor tiene su lucha diaria con su propio yo para no robarle la gloria a Dios, para convencerse que el IMPORTANTE es Dios, que debe transmitir a Dios y que desde Dios debe vivir todo lo demás. Es necesario convencer al ego que es un servicio, y que servir a Dios es un privilegio que nada tiene que ver con aplausos y primeros lugares.
Quien, entonces, esté dispuesto a servir a Dios no debe perder nunca esta verdadera motivación: DIOS.
Ciao.
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