martes, 7 de julio de 2015

Una vida sin examen no es vida



Es Sócrates quien lo afirma pero bien podría haber sido Ignacio de Loyola. Este hombre volcado hacia la vida apostólica no dejaba de intentar reconocer el paso de Dios en su vida.
Nos propone pararnos, en presencia del Señor, para encontrar qué me ha movido por dentro, cuál ha sido mi tono en la jornada.

Son cinco pasos:

AGRADECER. Fundamental. Le doy gracias a Dios por el día vivido, lo bueno y las dificultades.

PEDIR LUZ. Pido luz para mirar mi vida con los ojos de Dios, llenos de ternura y compasión.

TOMAR CONCIENCIA. ¿Qué va guiando mis actos? ¿Qué sentimientos predominan? ¿De dónde vienen? Profundizo en ellos, en sus raíces.

PEDIR PERDÓN. Quizás no he hecho todo lo que podía, he olvidado su presencia, he respondido con poco o me he cerrado a los demás.

ENFOCAR EL MAÑANA. Pongo el día siguiente en sus manos, con toda confianza.
Es una herramienta sencilla. Basta atreverse a empezar.

Espiritualidad Ignaciana

Ciao.

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