domingo, 6 de diciembre de 2015

Recuperar el Adviento



El Adviento tiene su propio ritmo, su propia historia, su propio encanto. Es el tiempo de prepararse. Es tiempo de anticipar, con ilusión, algo bueno…
Es el tiempo del deseo, de las expectativas, de las promesas que te llenan de expectativas. Quizás estas próximas semanas puedo vivir este tiempo con toda la hondura que me ofrece.

 Un tiempo para ilusionarse:

«Levantaos, alzad la cabeza. Se acerca vuestra liberación» (Lc 21, 28)

Qué bueno es tener motivos para esperar. No pasa nada si nos falta algo, si hay heridas, si en algún momento la vida va achuchada. En realidad hay etapas en las que lo importante es escuchar la promesa de algo bueno. Y creerla, si quien promete es alguien de fiar (Dios lo es).
Llegará la sanación para las heridas. Llegará la luz para disipar las sombras. Llegará la paz a las personas. Llegará el amor a poblar las soledades. Llegará la palabra a tender puentes. Llegará el descanso, compartido. Llegarán nuevas ideas, nuevas canciones, nuevos proyectos. Llegará Jesús.

¿Qué me ilusiona hoy?
¿Qué espero, anhelo, deseo en este momento de mi vida?

 Una promesa de amor

«No temas, que yo te he elegido. Te he llamado por tu nombre y eres mío. Si pasas por las aguas estoy contigo, si por los ríos, no te anegarán…» (Is 43)

Esto casi parece el título de un culebrón o de una novela romántica. Pero no lo es. Es más universal, más hondo, más real. El Adviento es el tiempo en que Dios nos promete que su amor no descansa. Por cada uno de nosotros.
Que salvará distancias infinitas. Que se hará pequeño para encontrarnos. Que vendrá a nuestras vidas. Que creerá en cada uno de nosotros, conociendo nuestra verdad profunda. Y que nos saldrá al encuentro en caminos inesperados. Y esa promesa vale un mundo.

¿Qué despierta en mí esa palabra de amor de Dios?
¿Creo de verdad que Dios me quiere, como soy?

Pastoral SJ

Ciao.

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