jueves, 10 de diciembre de 2015

Vivir las pequeñas alegrías


Vuelvo a reproducir y compartir con vosotros, otra reflexión de un amigo sacerdote de Jaén, Juan Jesús Cañete Olmedo, que ya he publicado en otras ocasiones en este blog.
Me gusta la manera de reflexionar sobre las cosas cotidianas de la vida. Me encanta la sencillez con la escribe, porque eso hace que nos sea más fácil la reflexión. Espero que os guste.


He visto en Facebook el comentario que una amiga hacía de un artículo de H. Hesse titulado 'Pequeñas alegrías'.
Se trata de un breve texto escrito por Hesse cuando corría el año 1899.
Transcurrido más de un siglo su frescura sigue intacta y nos da pie para meditar, reflexionar y aprender a vivir. Sí, digo bien, aunque se me pueda tachar de arrogante cada vez me parece más evidente que una gran parte de la humanidad pasa por la vida sin que la vida pase por ella.
Pienso que muchas personas, parafraseando a Hesse, viven en un estado de insensibilidad y apatía.
En este tiempo de espíritus materializados, de prisas y crispaciones, de falacias y mentiras, presos de intereses inconfesados la vida deja de parecernos algo jovial y se vuelve grave y pesada.
En vez de la alegría del vivir estamos perpetuamente insatisfechos y hastiados. Pretendemos encontrar la salida en la búsqueda desaforada del placer, en el divertimento patológico que se aferra al consumo de un tipo u otro, y todo ello, claro, va en detrimento de la alegría.
Así, nos recuerda Hesse, se volatiliza la serenidad, el amor y la poesía.
Perdemos el hábito de la contemplación y queda atrofiada esa capacidad tan humana de experimentar las pequeñas alegrías.
'No llaman la atención, no son apreciadas, no cuestan dinero'...Tenemos los sentidos embotados para contemplar un rostro, ver la multiplicidad de colores que nos rodean, otear ese trocito de cielo en el que esta nuestra estrella, sentir el latido del corazón del universo en la brisa que nos acaricia, acariciar con la sonrisa al niño o al anciano que nos sale al encuentro. Contemplar el alma en unos ojos. Descubrir esa florecilla que nos regala la mañana... Aspirar el aroma de una rosa o de un fruto...Tararear una melodía...Oír el misterioso sonido de un espíritu en esa persona que se cruza en nuestro camino. Descubrir un mundo en el espacio de una lectura sosegada..sentir la bella melodía que puede deparar la palabra en un encuentro fortuito... Basten estos ejemplos para mostrar como se puede apoderar de nosotros ese espíritu de jovialidad, de amor y de poesía. Quizás así no se resuelvan nuestros problemas... Pero desde luego los afrontaremos de otra manera.
Cuando descubramos que basta asomarnos a una ventana para que aparezca ante nosotros un libro inagotable de ilustraciones y de historias sin par. Cuando empecemos a vivir las pequeñas alegrías se abrirá ante nosotros el misterio de la vida revelándosenos los tejidos de los que esta hecha nuestra alma y así, igual que cuando una madre mira a su pequeño, por un instante tocaremos la orla de lo eterno.

Juan Jesús Cañete Olmedo

Ciao.

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