miércoles, 20 de enero de 2016

El camino de la humildad



San Benito utiliza la imagen de la escalera de Jacob, para hablar de este camino. Ascendemos hacia Dios, en cuanto descendemos a nuestra propia realidad. Sólo aquel que se encuentra así mismo encontrará a Dios. Por la altivez se baja, y por la humildad se sube.

Evagrio Póntico: “De camino hacia Dios me encuentro con mis propios lados oscuros, con los peligros que me amenazan, con mis pasiones, mis necesidades y emociones”.

S. Benito: “Los dos largueros de esta escala, son nuestro cuerpo y nuestra alma. Tan importante uno como el otro. Dios ha insertado en el cuerpo doce peldaños de la humildad y la disciplina”.

La humildad es la actitud interior, la disciplina el ejercicio concreto. Disciplina (dis-ciplere: tomar en las manos) significa que tomo mi vida en mis propias manos. Hace falta comprender el discurso de Benito sobre la humillación, en sentido psicológico y no moral. El que se identifica con grandes ideales se verá inevitablemente confrontado con sus lados oscuros, se verá obligado a encarar su humildad, su humus. Y con frecuencia se caerá de bruces porque se ha encaramado muy alto.
Los doce grados de la humildad en la escala de Jacob, no deben entenderse como camino ascético, sino como camino místico.
La meta del camino gradual de la humildad es para Benito el perfecto amor a Dios, la cáritas perfecta, que incluye el amor a Dios (la contemplación) y el amor a los hermanos.
Los doce grados de la humildad nos llevan a la madurez humana, la comunión con los hermanos y la contemplación de Dios.

Hay dos formas de dividir estos doce grados. Una división nos los presenta de la siguiente manera: 

• 1-4: transformación de la voluntad.
• 5-8: transformación de los pensamientos.
• 9-12: transformación del cuerpo.

Pero nosotros vamos a seguir un segundo esquema que lo divide de esta manera: 
• 1-3: relación con Dios, consigo mismo y con los hombres.
• 4-6: camino hacia Dios a través de los pensamientos y sentimientos.
• 7-9: camino hacia Dios a través de la asunción de la realidad.
• 10-12: experiencia de Dios y de uno mismo insertada en el cuerpo.

1º grado) La relación con Dios:
Sólo podemos alcanzar integridad si todos nuestros pensamientos y sentimientos están siempre relacionados con Dios. Benito nos advierte contra el olvido de Dios, que suele marcar nuestra vida. El primer paso consiste en que temamos a Dios, que lo tomemos en serio, que adquiramos un sentido para percibir su misterio y su grandeza.
Dios apunta a nuestra voluntad. La obstinada voluntad propia, que se cierra ante Dios, nos conduce por camino erróneo. Nos hace ciegos para la propia realidad. Dios ve más hondo en nuestro corazón. Reconoce en él nuestros anhelos, deseos y necesidades, apetitos y nuestra voluntad. El primer grado de la humildad quiere llevarnos a que orientemos todo lo que hay en nosotros hacia Dios y a que busquemos a Dios a través de nuestros pensamientos y sentimientos, nuestra voluntad y nuestros anhelos.

2º grado) La relación conmigo mismo:
No debemos amar la propia voluntad, sino la voluntad de Dios, es decir, no debemos quedarnos en el primer plano de nuestros deseos y necesidades, sino escuchar con suficiente profundidad en nuestro interior hasta que lleguemos al punto en que estamos en consonancia con la voluntad de Dios.
Aquí descubrimos diferentes voces: una voz superficial que Benito llama la “propia voluntad”, y una voz más profunda que coincide con nuestro ser propio, “la voluntad de Dios”. La voluntad de Dios, no es algo ajeno que se nos echa encima, sino que coincide con la voluntad que quiere nuestra propia vida, nuestra libertad, nuestra autenticidad.
El camino que lleva de las propias necesidades a la realidad que me rodea es decisivo para el desarrollo humano. El mismo me pone en contacto con mi más honda realidad propia.

3º grado) La relación con los hombres:
La obediencia frente al superior realizada por amor a Dios describe la relación con los hombres. No podemos llegar a Dios pasando por alto al hermano. La obediencia presupone libertad, y genera al mismo tiempo la libertad que necesitamos para encontrar realmente a Dios.

4º grado) El trato con las emociones:
Benito cuenta con los sentimientos negativos que se suscitan en virtud de circunstancias adversas y por personas que nos hieren. Pero nos señala un camino para manejarnos con esos sentimientos. Hemos de callar y conservar la paciencia a fin de que , de ese modo, surja un espacio en el que podamos contemplar y elaborar las emociones. La elaboración de los sentimientos acontece a través de la confrontación con las palabras de la Biblia.
Benito también propone vencer los pensamientos negativos, con positivos, y también reinterpretar las experiencias negativas para verlas con objetividad. El sufrimiento sólo se hace insoportable por el sinsentido. La humildad no es un rebajarse y humillarse así mismo, sino una expresión de la libertad de los hijos de Dios. Ella culmina en la “benedictio” de los “maledicentes”. La humildad no es otra cosa que ejercitarse en el amor tal como Jesús lo ha interpretado en el Sermón de la Montaña, que alcanza su cumbre en el amor a los enemigos, en el orar por ellos.

5º grado) La exteriorización de los pensamientos y sentimientos:
Benito recomienda que revelemos nuestros pensamientos y sentimientos al abad.

6º grado) Reconciliación con mi medianía:
Se refiere a nuestros sentimientos de rebeldía e insatisfacción con la medianía y banalidad de nuestra vida. Experimentar la resurrección en medio de la vida cotidiana es para Benito el camino de la humildad. Humildad es la osadía de descender a la tumba de la cotidianidad para resucitar de la mano de Jesús y caminar erguido por la vida.

7º grado) El encuentro con mis propias sombras:
En los siguientes tres grados se trata de la reconciliación con la realidad. Aquí la humildad es la osadía para la verdad. Cuando me he encontrado con mis propias sombras, con todo aquello que he reprimido, con mis tendencias criminales, con el sadismo que impera en mi inconsciente y con mi brutalidad, puedo creer realmente desde lo más hondo de mi corazón que soy el último y menor de todos. Y esto ya no es una humillación artificial sino el reconocimiento de mi propia verdad.
Según lo considera el camino de la humildad de Benito, la señal de madurez en situaciones como esa será el no resignarse sino decir sí, y dejarse desnudar de todo lo que uno considera sagrado, de las propias ilusiones, como también del respeto que otros le tributan a uno. Mi seguimiento de Cristo puede manifestarse en la disponibilidad a que me lo quiten todo, tal como Jesús en la cruz se quitó de todo, no sólo su éxito, sino también su buen nombre.

8º grado) Trabar relación con la realidad:
No es la trasformación de la regla dada la que expresa mi mismidad más íntima, sino precisamente, que al aceptar colocarme en dependencia de la Regla, entro en contacto con mi identidad original, con mi esencia más íntima. El octavo grado, me invita a asumir la dependencia de la Regla a fin de que ella me transforme más y más.

9º grado) La confrontación con mi propia verdad:
El silencio implicado en el noveno grado quiere proseguir la confrontación con nuestra verdad más íntima. Hablar en demasía me preserva de tomar contacto conmigo mismo. El silencio es para los monjes un camino decisivo para encontrarse a sí mismos y a Dios. En el silencio nos encontramos con nuestra indigencia y vulnerabilidad, y descubrimos al mismo tiempo nuestro más profundo anhelo de desasirnos de nosotros mismos para ser uno con Dios.

10º grado) La realización corporal de la humildad en el modo de reír:
Mi cuerpo muestra si soy permeable a Dios o si sólo me represento a mi mismo. El décimo grado consiste en no reír con facilidad sobre todas las cosas. Benito no prohíbe la risa, pero sí el reír estruendoso, porque delata que no hay algo en orden en ella. A Benito no le interesa prohibir la risa desde fuera, sino la percepción de qué es lo que cada uno expresa al reír. La hilaridad es la alegría serena. La falta de humor es siempre una falta de espiritualidad.

11º grado) La realización corporal de la humildad en el modo de hablar:
Al hablar nos expresamos siempre a nosotros mismos. En nuestra voz se reconoce cómo estamos en nuestro corazón. La voz estrepitosa es lo que tiene en mente Benito, cuando describe que el hablar a gritos es indigno del monje.

12º grado) La realización corporal de la humildad en la postura corporal:
Con nuestro cuerpo expresamos nuestra experiencia de nosotros mismos, señalamos si tenemos temor, si estamos aferrados a nosotros mismos, si cercenamos o reprimimos algo en nosotros o si tenemos un sostén interior en Dios y estamos en contacto con Dios. La humildad es el camino hacia un orar cada vez más puro y perfecto, hacia la oración del corazón puro.
La meta del camino interior es el amor perfecto que aleja a todo temor.

Monasterio Santa María De Las Escalonias

Ciao.

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