viernes, 15 de enero de 2016

Habla Señor, que tu siervo escucha


- No hay peor sordo que el que no quiere oír.
- No hay más torpe que el que cree saberlo todo.
- No hay mayor cobarde que el que teme la verdad de los otros.
- No hay mayor Inseguro que el que se cierra para no perder «su verdad» o para que los otros no la «corrompan».

De chicos se nos decía: «Escuchad al profesor»; hoy sabemos que hay también que escuchar «a la vida» (naturaleza, personas, acontecimientos a Dios).

A menudo lo único que se puede hacer por otro es escucharlo, pero es también lo más grande.
En la relación entre personas algunos creen que apertura y escucha es lo mismo que apertura intelectual (escuchar las «razones del otro»), cuando interesa una apertura vital (a la globalidad del otro).
Escuchar para mejor situarse cara al otro, para saber sus argumentos y así rebatirlos mejor, es una apertura muy pobre.
Escuchar hasta el final al otro, pero cerrado ya en mis razones, es puro respeto o cortesía, pero no auténtico diálogo.
Se escucha no para rebatir, sino para aclarar, enriqueciendo al otro con nuestras razones y experiencia, y para enriquecernos de las razones del otro.
Los oídos oyen mucho menos que el corazón.
Quien se mantiene abierto, está proyectando hacia el futuro; quien se cierra, entra en la fase de retroceso, anquilosamiento y descomposición.
Cada vez más alto, cada vez más lejos, cada vez más rápido», en la actitud de escucha y apertura.
Si permanecemos alerta, con la mente y los ojos abiertos, comprenderemos el sentido de las cosas simples: Nos daremos cuenta del significado real de aquellas situaciones que, de otra forma, encogiéndonos de hombros, quizás
habríamos llamado CASUALIDAD.»

DECIR “SI” A DIOS ES LO QUE MAS BENDICE NUESTRAS VIDAS 

RONALD BACH

Ciao.

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