sábado, 16 de abril de 2016

¿Podemos celebrar el fracaso?



Quizá lo que provoca e impacta de la expresión es que no se limita a decir que hemos de asumir el fracaso, integrarlo.
¡Se habla de celebrarlo! ¿Podemos realmente llegar a celebrar el fin de una relación en la que pusimos lo mejor de nosotros mismos, que se frustre un proyecto que nos ilusionó, la decepción cotidiana de que nuestros actos no alcancen lo que habíamos imaginado de ellos?
En la vida de Ignacio de Loyola descubrimos también no pocos momentos de fracaso, alguno de ellos muy sonado: El cañonazo de Pamplona, la prohibición de quedarse en Jerusalén como era su deseo, el fracaso del primer grupo de compañeros… Pero la cuestión al final no fue tanto qué le pasó, sino cómo vivió esos momentos.
Desde su rehabilitación en Loyola, Ignacio decide que quiere vivir con Jesús esas encrucijadas.
De esa manera es como va descubriendo que, también a través del fracaso, Dios le va llevando hacia su sueño para él, un sueño que inunda de aire y de agua esos momentos áridos y difíciles, un sueño que cuida con inmensa alegría de nuestra pequeñez.

Espiritualidad ignaciana

Ciao.

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