sábado, 11 de febrero de 2017

Nuestras batallas



Por debajo de la piel, detrás de la sonrisa o del semblante serio, acompañando el huracán con una taza de café o con un paseo solitario, todos luchamos unas cuantas batallas. Porque la vida no es fácil. No es fácil crecer, hacerse adulto, encontrar el propio lugar en el mundo. No es fácil encontrar tu sitio, tu gente, tu voz. No es fácil caminar en un suelo sembrado de minas (la soledad, el éxito, el fracaso, el dolor, la mediocridad, la indiferencia…)

«Así vosotros ahora estáis tristes; pero os volveré a visitar y os llenaréis de alegría, y nadie os la quitará» (Jn 16,22)

¿Quién no pasa por momentos de cielo y otros de desierto? ¿Quién no vive, en ocasiones, el entusiasmo, y otras veces la frialdad más absoluta? ¿Nunca has sentido ese baile de emociones? No es por estar equivocados. O por estar haciendo algo mal. A veces es casi al contrario. Todo esto tiene que ver con tomarse en serio la vida, el amor y el evangelio. Si no te importase nada pasarías la vida en una tranquila indiferencia. Pero te importa. Y por eso, sufres y ríes, encuentras la alegría, pero también se te escapa. Dios también provoca emociones, y su evangelio desata tormentas dentro. ¿Te ha pasado alguna vez?
¿Qué es lo que de verdad te importa en esta etapa de la vida? ¿Cuáles son tus emociones más frecuentes?

«Jesús les dijo: No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No vine a traer paz, sino espada» (Mt 10, 34)

Es curiosa la expresión de los «vientos de guerra». Como si el viento, en su fuerza, trajese presagios o ecos de un huracán, de destrucción y violencia. Cuando Jesús dice que ha venido a traer la guerra, resultan unas palabras durísimas. Pero hay que escucharlas, pues no todo en el evangelio puede ser quietud y serenidad. Hacen falta profetas que griten contra lo injusto. Hace falta que el poder de la verdad desnuda se plante frente a los poderes sombríos que matan, mutilan, anulan. Hace falta que la apuesta por lo profundo nos quite la frivolidad de las vidas que nunca dejan huella. Hace falta elegir una causa y luchar sus batallas, para no estar comprometido con todo y con nada a la vez.

¿Cuáles son las batallas que el evangelio despierta en tu vida?

Pastoral SJ

Ciao.

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