domingo, 23 de abril de 2017

¡No eres Dios! ¡Por suerte!


Cierto día se encontraron frente a frente dos personas. Una (altiva, segura y engreída) le dijo a la otra:
- ¿No recuerdas aquel día en que hiciste aquello mal? Y, por cierto, ¿Has olvidado aquella mentira que salió de tus labios? ¡Ah! ¿Recuerdas cuando no estuviste a la altura en esta circunstancia? ¡Parece mentira!
La otra persona, con los ojos clavados en el suelo, los levantó para escuchar la última "perla" del supuesto amigo: - ¿Qué me dices?
Es entonces cuando, poniendo una mano sobre "el juez" en que se había convertido aquel viejo conocido le contestó:
- ¿Sabes lo qué te digo? ¡Que si Dios me ha perdonado me importa muy poco lo que tú pienses! Y, por cierto; ¡Qué suerte que no seas Dios! ¡Suerte de que no lo seas! Contigo, todos los que caen en algún error, definitivamente estarían condenados.
Moraleja: ¿Por qué, Dios -siendo Dios- olvida nuestras pequeñeces o no tan pequeñeces y algunos -siendo humanos y no dioses- nos gusta tanto recordar lo que cicatrizó?

Padre Javier Leoz Ventura

Ciao.

No hay comentarios: