martes, 27 de junio de 2017
Descansar en verano sí, pero con Dios
Llega el tiempo de verano, cuando cambia la actividad, cuando las ciudades se vacían un poco y se llenan las costas. Cuando las vacaciones (al menos ahora son en España) imponen un ritmo más tranquilo. También este tiempo puede tener sus acentos en la relación con Dios y los otros.
Pues sí, parece que uno termina junio, y el curso, un poco acelerado. Por los exámenes, por el desgaste del curso, porque los meses de trabajo han ido siendo intensos… Y por eso hace falta descansar un poco.
Dormir más, vivir un poco más despacio, mirar el reloj menos a menudo, prescindir de agendas. Cada unos de nosotros sabemos qué es lo que nos descansa. Pero, sea lo que sea, no descansar “de” Dios, sino con Dios. Dejarle que “venga conmigo”, ser consciente de su presencia en mi vida, también en este tiempo de reposo.
Es tiempo de hacer muchas cosas que siempre apetecen, pero para las que nunca parezco encontrar el momento adecuado: Leer alguna buena novela, ver alguna película pendiente, escribir a gente querida, hablar con los míos un poco más despacio… Si las vacaciones son largas, tal vez asomarme a espacios, realidades, gentes que normalmente no forman parte de mi vida… Es tiempo para recorrer espacios distintos.
También es tiempo para un poquito de calidad en la relación con Dios (porque si no, a veces parece que Dios cae en la parte del “trabajo” o la “obligación”, cuando resulta que puede ser fuente de encuentro y plenitud).
Por eso este verano puede ser un tiempo para intentar conocerle más (leer sobre él, pensar, rezar algún rato, tratar de releer su presencia en mi vida).
Es un privilegio poder descansar (sí, es un derecho, pero como tantos otros, no siempre al alcance de todos). Y es una suerte tener una vida que, con sus altos y bajos, me va poniendo en contacto con gentes, con mundos, con historias (también la mía propia).
Por eso, el verano puede ser tiempo para una mirada agradecida al curso que se va. A lo bueno, que en estos meses ha sido fuente de alegría. A lo difícil, que ha podido ser escuela. A las gentes, las palabras, los momentos. Los retos. A Dios, por la oportunidad de vivir, elegir, caer y levantarme, aprender, amar, construir, imaginar, sentir, pensar, creer… Gracias.
Ciao.
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