jueves, 24 de agosto de 2017

Decálogo para una buena Misa


1. Llegar con puntualidad es un buen termómetro que indica que la eucaristía es importante para mí.

2. Si, por fuerza mayor, llegas tarde. No seas más notorio que la Palabra que se está proclamando. Tus hermanos van para quedarse con la fuerza del evangelio, no con el ruido de tus pisadas ni con tu entrada triunfal, a destiempo, por el pasillo.

3. Todo acontecimiento necesita de su preparación. El corazón, como tierra reseca por el sol de la semana, necesita ser removido con el silencio y la contemplación. Olvídate de quien está a tu lado. Mira al sagrario.

4. Si, por lo que sea, te ha sido del todo imposible preparar el terreno para una buena vivencia eucarística, pídele a Dios que no te sean indiferentes los gestos y los signos de la celebración. Las lámparas fundidas no se van a arreglar por mucho que te dediques a contarlas.

5. Escucha con atención el Evangelio. ¿Acaso te sentarías a comer en una mesa, sin previamente, no haber saludado o escuchado al dueño de la casa?

6. Antes de comulgar piensa y medita: ¿Qué es lo que me ha dicho el Señor hoy aquí? Sólo de esa manera, la comunión, puede transformar la vida de aquel que la recibe: sabiendo que Dios habla y luego se nos da en comida.

7. Ya sabemos que tienes móvil. Cuando entres a la iglesia desconéctalo y, sobre todo, no salgas contestando a una inoportuna llamada.

8. No todos podemos hacerlo todo ni, todo, hay que hacerlo todos. En el diálogo está la grandeza de las personas y, también, la belleza y el sentido de la liturgia. Lo que es del sacerdote, deja que lo haga él y, lo que sea de la asamblea, participa y cuida de que sea tuyo.

9. La paz es don de Dios. . No es cuestión de salir a la “búsqueda y captura” de cuantas más personas mejor para ofrecer la paz. Con que lo hagas al de tu izquierda y al de tu derecha lo estás haciendo con todos y cada uno de tus hermanos de esa y de toda la iglesia.

10. Ser conscientes de lo que celebramos es vivir en plenitud y a tope la eucaristía. Espera a que se anuncie el evangelio para signarte, arrodíllate (si no padeces enfermedad grave o eres reumático) en la consagración, sé paciente hasta que el sacerdote indique el momento preciso para dar la paz. Viene muy bien aquel viejo adagio: no pongas el plato si, previamente, no te ofrecen la sopa. La eucaristía, por ser grande y presencia del Señor, debe ser más sentida y menos mecánica.

PadreJavier Leoz Ventura

Ciao.

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