viernes, 8 de septiembre de 2017

Como un instrumento musical



No es extraño el adolescente que afirma querer llevar el timón de su vida ni el adulto que asegura llevarlo.
Probablemente sea cierto. No obstante, ¿A dónde nos lleva el timón que queremos asegurarnos y que poseemos en exclusiva?
Quizá las personas seamos algo más; quizá seamos algo parecido a un instrumento de música. A una viola, por ejemplo. Si la viola pudiese quererlo, seguramente querría ser bien vista y admirada por su barniz o por su silueta tan bella; o poder estar entre las violas más amadas por el público; o reposar en el mejor y más caro de los estuches.
No obstante, aunque una viola pudiese aspirar a hacerse valer por lo que tiene, nunca conseguiría ser plenamente ella porque una viola no es nada sin su música.
Una viola nunca puede ser nada sin el maestro que consigue rasgar una melodía desde el alma de la caja de resonancia.
Así somos nosotros.
Necesitamos de un maestro que nos haga sonar, que nos haga darnos cuenta de lo que somos y a qué estamos llamados.
Un maestro que nos haga darnos cuenta de que no valemos por lo que tenemos o dejamos de tener sino que valemos porque somos.

Espiritualidad Ignaciana.

Ciao.

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