martes, 7 de noviembre de 2017
Busque, compare...
Preparar una oposición, irme a trabajar lejos, estudiar el próximo año en el extranjero, elegir las asignaturas del curso que viene, seguir formándome o buscar trabajo, aceptar una nueva responsabilidad en mi empresa, retomar una de mis aficiones preferidas, dedicarme por fin a aquello que siempre dejé para otro momento, llevar a los niños a un colegio u otro, casarme, formar una familia, elegir vivir en algún tipo de comunidad, iniciar una historia especial con alguien, comprar un piso o seguir con el alquiler, confirmarme, implicarme en algún voluntariado, elegir una carrera, qué hacer en mis ratos libres,… A veces se trata de cosas sencillas que forman parte del día a día, y otras sin embargo, son las opciones más profundas de mi vida las que me veo examinando. Todo puede ser soñado con Dios.
A pesar de que a veces la vida viene rápido y de que no nos permite decidir excesivamente sobre ciertas cosas, en otras ocasiones deberemos pararnos conscientes de dos cosas: una es que podemos vivir convencidos y confiados en que somos seres de Dios, seguros de que iluminará nuestras intenciones; y otra, que estamos llamados a volver a lo esencial, a posicionarnos cerca de él, conocer su lógica y hacer uso de ella… Desde esa intimidad, es más fácil conocer su voluntad. Se trata en parte de intuición, de confianza, de exponerse, de dejarse alcanzar, de escuchar, de estar. Afortunadamente no hablamos de un examen con las respuestas por detrás, ni de una ruta llena de indicaciones para conocer bien el camino… Está más cerca de un viaje imprevisto pero soñado alguna vez, de un reto al que me he propuesto dedicarle tiempo y resolver. Y decidir, termina con el final del trayecto; con la firma, sin más.
Podría preguntarme: “¿Dónde me has llevado, Dios?”, “¿Cómo sabré si he hecho bien?”
Puede que Dios no me responda de forma clara como quisiera, y sin embargo, es más que probable que encuentre la confirmación en gestos que seguramente nunca habría imaginado. Algunos me harán entender que me fié de un falso sentido, que Dios no estaba donde yo lo intuía, que no sirve decidir en base a criterios de tranquilidad o de relativa paz si éstos disfrazan la comodidad o el miedo al actuar. Otras será la paz verdadera el fruto de una fe confiada, el deseo, seguirte, la alegría, la de servir, confirmándose así nuestro encuentro.
Busque, compare… y discierna. Dios no siempre está en las ofertas.
Elena López
Ciao.
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